DR. WOLF LUIS MOCHAN
BACKAL
CENTRO DE CIENCIAS
FISICAS
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE
MEXICO
Presente
En esta ocasión me estoy permitiendo hacerle llegar el
artículo escrito por nuestro consejero, Dr. Octavio Paredes López, con la coautoría
del Dr. Octavio Paredes Saharópulos, titulado “Alimentación y obesidad, dúo para la nutrigenómica”,
publicado el día de hoy, en la sección Opinión
del periódico La Crónica de Hoy.
Aprovecho la ocasión para enviarle un cordial saludo.
Atentamente,
Luz Elena Cabrera Cuarón
Secretaria Ejecutiva Adjunta
Consejo Consultivo de
Ciencias de la
Presidencia de la
República (CCC)
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Por: Octavio Paredes
López y Octavio Paredes Saharópulos* | Opinión
Miércoles
2 de Abril de 2008 | Hora de publicación: 02:52
Alimentación y obesidad,
dúo para la nutrigenómica
La tendencia a aumentar de peso es
principalmente una consecuencia de los avances tecnológicos en la alimentación
y a la menor necesidad de actividad física, entre otros; actualmente es fácil
acumular más energía de la que se necesita. Sin embargo, todos somos testigos
de que algunas personas tienen una mayor tendencia al sobrepeso y a la obesidad
que otras, en base a su diversidad genética y fisiológica y de ahí las
diferencias en la acumulación de grasa. A pesar de la complejidad del asunto,
las recomendaciones nutricionales siguen siendo las mismas que hace décadas:
básicamente comer menos y mejor, y hacer ejercicio frecuentemente; consumir mayormente
frutas, hortalizas, cereales integrales, evitar la comida basura como refrescos
y otros; y minimizar el consumo de alimentos procesados con altos contenidos de
sal, azúcar y aditivos.
El organismo tiende a mantener los niveles de glucosa entre ciertos valores;
pero si esta concentración aumenta en la sangre, las células del páncreas
segregan más insulina, lo que genera que el tejido adiposo y el músculo
capturen y quemen mayor cantidad de azúcar. Los adipositos convierten en
triglicéridos el exceso de energía; si no hay disponibilidad de alimento y la
insulina disminuye, los adipositos liberan los triglicéridos al torrente
circulatorio, llegan al hígado y aquí se metabolizan. Se considera que los
mecanismos de regulación del cuerpo humano se han desfasado más hacia la
acumulación de grasa que a su eliminación; antes del nacimiento de la
agricultura los seres humanos tenían que caminar largas distancias para
recolectar y cazar lo que necesitaban para alimentarse; con el desarrollo de la
agricultura y de la tecnología, el organismo, con un mínimo o ningún esfuerzo,
tiene una gran disponibilidad de alimentos. Se estima que la evolución pudo
haber favorecido variaciones génicas para guardar más energía en lugar de
gastarla.
Muchos de los países subdesarrollados se encuentran ahora en el peor de los
mundos en términos de alimentación y obesidad; a medida que los ingresos per
cápita disminuyen, se incrementa la proporción de obesidad, y la explicación es
que los alimentos menos caros son ricos en grasas y azúcares y pobres en fibras
y consecuentemente con una alta densidad calórica; por el contrario, los
alimentos más caros basados en frutas y vegetales son ricos en fibra y agua lo
que disminuye su densidad calórica. La globalización llevó también al tercer mundo
los peores hábitos alimenticios occidentales, y ha conducido a que ya se tengan
más personas con sobrepeso, que hambrientas. En Latinoamérica, uno de los
factores que más contribuye a la obesidad es el consumo de bebidas altamente
azucaradas; en México se tiene ya el 70% de adultos en esta situación. En
cualquier caso, aun en los EU los efectos devastadores de la obesidad en los
infantes harán que la esperanza global de vida descienda en el corto plazo por
primera vez en la historia reciente.
La obesidad incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares y muerte
prematura. El tejido adiposo libera un gran número de mediadores bioactivos que
influyen no solamente en el peso corporal, sino también en la resistencia a la
insulina (característica central de la diabetes tipo 2), así como alteraciones
en los lípidos, presión sanguínea, coagulación, y otros. La leptina es una
hormona producida por el tejido graso, y se encontró que eliminaba grasa en
ratones de laboratorio; pero en las personas obesas, que no presentan
mutaciones génicas conocidas que expliquen su trastorno, el nivel de leptina es
mayor que en las delgadas, lo que es contradictorio ya que se supone que la
leptina es anorexigénica (inductora de saciedad). Este descubrimiento llevó a
la hipótesis de que los individuos obesos podrían presentar resistencia a la
leptina; es decir, que la resistencia se produciría cuando el sistema de
regulación energética ignorara la señal de la leptina de que existen abundantes
reservas de grasa. Otra hormona es la adiponectina producida por los
adipositos; circula por el torrente sanguíneo a concentraciones elevadas. En
las personas obesas el nivel de esta hormona es inferior al normal y los
ratones que carecen de ella son altamente gordos. Sin embargo, los papeles de
estas dos hormonas todavía requieren entenderse mejor. El año 2007 la revista Nature nos
sorprendió con un artículo en el que se encontró que dentro de los billones de
microorganismos benignos que habitan nuestro cuerpo, las personas obesas tienen
predominancia de bacterias fermicutes, mientras que en las delgadas dominan los
bacteroidetes; lo interesante del asunto es que los microorganismos de los
obesos tienen una mayor capacidad de extraer los nutrientes de los alimentos.
Con la secuenciación del genoma humano en el año 2001 han nacido diversos
campos del conocimiento y retos espectaculares. Ahora se sabe que la homología
del genoma entre diversos individuos es del 99.9%; pero este 0.1% de diferencia
y la enorme variabilidad de la respuesta génica a factores ambientales como la
dieta, entre otros, explican las innumerables diferencias del comportamiento
humano. Estos elementos han señalado el camino para el nacimiento de la
nutrigenómica o genómica nutricional; disciplina que se está concentrando en el
estudio de cómo los compuestos que se encuentran en los alimentos alteran o
modifican la expresión de la información genética en cada individuo. Desde
tiempos inmemoriales se ha observado que hay individuos o poblaciones que
responden en forma diferente al consumo de cierto tipo de dieta, ya que en
casos específicos el consumo de una dieta definida ocasiona alguna enfermedad
crónica o comportamiento singular, lo que no ocurre en otros individuos o
poblaciones; el ejemplo más obvio de la importancia del ambiente sobre el
comportamiento de los seres humanos es el incremento incesante de la obesidad y
sus efectos sobre la salud personal y sobre los propios sistemas de salud de
las naciones. Esta reacción o carencia de la misma se debe a diferencias
génicas; genes que se prenden o se apagan según sea el caso.
En una visita introductoria a la nutrigenómica podría ser interesante señalar
como ejemplo que el gen de la metilentrahidrofolato reductasa (MTHFR) codifica
para una enzima que reduce el metilentetrahidrofolato, pero si esta enzima se
inhibe se genera un incremento de homocisteína en la sangre que aumenta el
riesgo de trombosis. Para ser más concretos hay que señalar que en una posición
dada del gen descrito del genoma humano se puede producir en algunos individuos
una variación específica de un solo nucleótido o SNP (single nucleotide
polymorphism), lo que implica el cambio de la base nucleotídica C por la base T y que a su vez
conlleva al cambio del aminoácido alanina por valina en la proteína
correspondiente; se genera así una enzima termolábil con menor actividad y por
ello se incrementa la concentración de homocisteína y los riesgos de afectación
cardiovascular. Ahora también se sabe que la intolerancia a una proteína de la
familia de las gliadinas de trigo (enfermedad celíaca), se debe primordialmente
a una variación determinada de un solo nucleótido o SNP en una posición
específica del genoma humano. En otra oportunidad podríamos analizar más
ampliamente otros aspectos de la nutrigenómica.
En breve, el gran objetivo es generar una nutrición personalizada basada en las
características genéticas individuales, y complementada con los efectos
ambientales y tipo de dieta. Los efectos negativos de la obesidad lo ameritan.
El reto es enorme, pero los avances de las tecnologías ómicas (transcriptómica,
proteómica, metabolómica) y de otras ciencias emergentes y no, y las poderosas
herramientas de la bioinformática, ayudarán en esta tarea.
*Octavio Paredes López es investigador del
Cinvestav-IPN Irapuato; miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM, y miembro
del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República (CCC).
*Octavio Paredes Saharópulos es investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma
de San Luis Potosí.
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