DR. WOLF LUIS MOCHAN
BACKAL
CENTRO DE CIENCIAS
FISICAS
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE
MEXICO
Presente
Me estoy permitiendo hacerle llegar el artículo
escrito por el Coordinador General del CCC, Dr. Adolfo Martínez Palomo,
titulado “Beethoven y su historial médico”, publicado el día de hoy,
en la
sección Opinión
del periódico La
Crónica de Hoy.
Aprovecho la ocasión para enviarle un cordial saludo.
Atentamente,
Luz Elena Cabrera Cuarón
Secretaria Ejecutiva Adjunta
Consejo Consultivo de
Ciencias de la
Presidencia de la República (CCC)
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Por:
Adolfo Martínez Palomo | Opinión
Miércoles 23 de Julio de 2008 | Hora de publicación: 02:58
Beethoven
y su historial médico
Es bien sabido que
Beethoven alcanzó las cimas más excelsas del arte de la música enfrentando el
espectro de la sordera progresiva, a pesar de lo cual, nunca dejó de crear. Por
el contrario, encontró nuevas formas de expresión musical cada vez más
innovadoras, forjando música sublime… que él nunca pudo escuchar.
Menos conocido es que haya realizado esa labor titánica con su cuerpo arruinado
—desde los primeros días de madurez— por una implacable enfermedad
intestinal, atormentado además al final de la vida por los efectos de una
enfermedad hepática fatal.
Ludwig van Beethoven fue bautizado en Bonn el 17 de diciembre de 1770, en el
seno de una familia de músicos. El abuelo, del mismo nombre, era cantante
(bajo) y maestro de capilla en la corte. Su padre, Johann, era tenor y maestro
de música.
Tanto la abuela materna como el padre fueron alcohólicos. La madre murió de
tuberculosis cuando él tenía 17 años. La debilidad física y moral del padre fue
sustituida por la recia figura del abuelo, quien fue siempre el modelo a seguir
por Beethoven. El abuelo, sin embargo, murió cuando Ludwig tenía sólo dos años
de edad y por ello no llegó a librarlo de recibir en forma implacable y con
frecuencia brutal, de manos de su padre, sus primeras lecciones de música,
piano y violín, a partir de los cuatro años.
Poco sabemos de su infancia, porque poco es lo que recordaba él sobre ese
periodo, ya siendo adulto. Posiblemente esos años difíciles fueron moldeando su
carácter callado, tímido y retraído, al mismo tiempo que se gestaba el espíritu
indomable, que lo llevaría a superar todas sus limitaciones físicas y
psicológicas, hasta convertirlo en uno de los tres grandes genios universales
de la música, junto con Bach y Mozart.
Hacia los 10 años de edad un contemporáneo lo describió así:
“Fuera de su música no se interesaba en lo absoluto por la vida social;
por ello, estaba mal dispuesto hacia otras personas, no era capaz de sostener
una conversación y se retraía en sí mismo… estaba aislado y
descuidado… su apariencia externa llamaba la atención por la falta de
limpieza… ello traducía una vida difícil, manifestada también en la
imposibilidad de progresar en la escuela”.
Si bien sus lecturas y sus contactos con los principales intelectuales de Viena
convirtieron a Beethoven en un individuo culto, nunca pudo dominar más
operaciones aritméticas que la suma, y siempre se caracterizó por escribir con
pésima ortografía. El centro de su vida era la música, primero como intérprete
del piano, en el que se afanó hasta convertirse en uno de los mejores pianistas
de su generación.
De los antecedentes médicos de infancia sólo se sabe que padeció viruela, tal
como quedó registrado en las numerosas huellas de la infección que marcaron su
rostro por el resto de su vida.
A los 17 años mencionó: “Todo el tiempo he estado afectado por asma (tal
vez bronquitis). Me preocupa que se convierta en tuberculosis (recordaba con
temor la infección fatal de su madre); además está la melancolía, que es una
calamidad tan grande para mí, como mi enfermedad”.
A los 24 años comienza a presentar dolores abdominales severos y frecuentes,
acompañados de episodios de diarrea y constipación.
Los primeros signos de enfermedad intestinal quedaron registrados por escrito
cuando el compositor tenía 25 años, aunque posiblemente se iniciaron varios
años antes. Los síntomas abdominales: diarrea, cólicos y fiebre siguieron
presentándose con frecuencia a lo largo de su vida, hasta su muerte, a los 57
años. Beethoven la llamaba mi “enfermedad habitual”. En ocasiones
las molestias intestinales llegaban a ser tan intensas que le obligaban a
guardar cama durante varias semanas. Él mismo dijo en una ocasión…
“Me tomó meses poder salir de nuevo, así fuera por periodos breves”.
La sintomatología se agravó durante sus últimos tres años de vida. Además tuvo
en varias ocasiones dolores reumáticos en articulaciones y en dos ocasiones
presentó molestias oculares con intenso dolor y fotofobia, que le produjeron
gran incomodidad por su intensidad, pero sobre todo por su duración, ya que uno
de los episodios llegó a persistir por cerca de nueve meses.
De su sordera se ha consignado como probable factor detonador que…
“En un caluroso día de verano de 1796, Beethoven regresó a casa acalorado
y sudoroso, abrió bruscamente las puertas y las ventanas, se quitó la ropa, con
excepción de los pantalones, y se refrescó en la brisa cerca de la ventana
abierta. El resultado fue una enfermedad peligrosa (tal vez tifoidea) cuyos
efectos alteraron el oído durante la convalecencia, después de lo cual aumentó
progresivamente su sordera”.
A los 31 años escribió a su amigo el violinista Karl Amenda: “Debes saber
que mi parte más noble, mi audición, se ha deteriorado grandemente; aun cuando
tú estabas aquí conmigo tuve molestias y no dije nada, pero ahora el problema
ha aumentado progresivamente; no sé si estaré todavía a tiempo de curarme, tal
vez se debe a mis problemas estomacales, que por cierto se han resuelto casi
por completo, espero que mi oído mejore también, pero lo dudo, porque esas
enfermedades son casi siempre incurables. Por favor, conserva este asunto de mi
oído como un secreto y no se lo menciones a nadie, no importa a quién”.
Un mes después comunicó al doctor Franz Wegeler: “Quieres saber algo
acerca de mi situación. Bueno, en general, no es del todo mala… Sin
embargo, ese monstruo envidioso, mi pésima salud, me ha hecho malas jugadas:
durante los últimos tres años mi oído se ha debilitado progresivamente. El
problema parece haber sido causado por los trastornos de mi abdomen que, como
sabes, ha estado enfermo aún desde antes que dejara Bonn, pero se ha empeorado
en Viena, en donde estoy constantemente afligido por diarrea y en consecuencia
he sufrido una extraordinaria debilidad. (El doctor) Frank trató de vigorizar
mi cuerpo con medicinas fortificantes y mi oído con aceite de almendras dulces,
pero su tratamiento no tuvo efecto; mi sordera empeoró y mi abdomen continúa en
la misma situación que antes. Como esto continuó hasta el otoño del año pasado,
con frecuencia me desesperaba. Luego vino un médico “estúpido” que
me aconsejó tomar baños fríos en el Danubio y más tarde uno más razonable que
ordenó baños tibios. El resultado fue milagroso: mis intestinos mejoraron, pero
mi sordera persistió, o debo decir, empeoró. A lo largo de este invierno me he
sentido desdichado porque he tenido ataques terribles de cólicos, y nuevamente
volví a la misma situación de antes. Así estuve hasta hace unas cuatro semanas
cuando fui a ver a (al doctor) Vering. Pensé que mi condición necesitaba de la
atención de un cirujano y, en cualquier caso, le tenía confianza. Tuvo éxito en
contener casi por completo esta violenta diarrea. Me prescribió baños tibios en
el Danubio, a lo que siempre tuve que añadir una botella de ingredientes
fortificantes. No me mandó más medicinas, sino hasta hace cuatro días, cuando
me recetó medicamento para mi estómago y una infusión para mis oídos. Como
resultado, debo decir que me he sentido mejor y más fuerte, pero mis oídos
siguen zumbando y haciendo ruido día y noche”.
La salud de Beethoven decaía en forma por demás dolorosa pero su capacidad
temática bullía sin descanso.
*Coordinador del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República (CCC)
*consejo_consultivo_de_ciencias@ccc.gob.mx