DR. WOLF LUIS MOCHAN
BACKAL CENTRO DE CIENCIAS
FISICAS UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE
MEXICO Presente Me estoy permitiendo hacerle llegar el artículo
escrito por nuestra consejera, Dra. Aprovecho la ocasión para enviarle un cordial saludo. Atentamente, Luz Elena Cabrera Cuarón Secretaria Ejecutiva Adjunta Consejo Consultivo de
Ciencias de la Presidencia de la
República (CCC) San Francisco No. 1626-305 Col. Del Valle Delegación Benito Juárez 03100 México, D.F. Teléfonos (52 55) 5524-4558, 5524-9009
y 5534-2112 Por:
Dra. Miércoles 16 de Julio de 2008 | Hora de publicación: 04:01 México
reconoce la ciencia chilena El Premio México de
Ciencia y Tecnología se otorga a investigadores iberoamericanos y del Caribe
por una destacada trayectoria académica. A lo largo de los 15 años desde que
fue establecido, se ha consolidado como uno de los reconocimientos más
prestigiados en el ámbito de la ciencia en Iberoamérica y el Caribe. El Premio
México se entregará al investigador chileno Ramón Latorre. Al mirar en la
trayectoria y los descubrimientos del Dr. Latorre se advierte un rasgo
especial: Latorre es un investigador creativo, que genera las hipótesis
científicas con una actitud casi estética, pero una vez elaboradas, la praxis
lo lleva a donde tenga que ir para sustentarlas, para luego con disciplina y
trabajo, coronar el esfuerzo. Latorre buscó
investigar los canales iónicos. Estas moléculas son los interlocutores entre el
mundo exterior y las neuronas, entre unas y otras neuronas, entre los nervios y
los músculos, los nervios y las glándulas. Los canales iónicos son capaces de
cambiar la mecánica de una fibra muscular o de inducir la liberación de una
hormona. El lenguaje de estos canales es eléctrico, mismo que expresan dejando
o no pasar a moléculas que llevan una carga eléctrica, positiva o negativa, es
decir un ion. Los canales iónicos existen por centenares en una célula, lo que
hacía su estudio complejo e impreciso. Aquí surge la creatividad de Latorre,
quien concibe una forma de aislar estos canales, de lograr la casi impensable
tarea de tener un canal único bajo el ojo del investigador, al incorporarlo en
una membrana artificial que pudiera modificarse a voluntad. Este abordaje
experimental permitió un avance espectacular en el estudio de la biofísica de
los canales, apenas comparable al que más adelante desarrollarían Neher y
Sakmann (premio Nobel 1991). Con este diseño, Latorre y sus colaboradores de
entonces en los National Institutes of
Health (NIH), pudieron predecir que la mayor o menor eficiencia de
los canales depende no de su capacidad para conducir los iones sino de un
cambio en la probabilidad de que el canal se encuentre abierto o cerrado. Éste,
que es ahora un concepto de libro de texto y es de lo primero que aprende un
estudiante de biofísica, fue el resultado de una afortunada conjunción entre la
técnica y la mente brillante de Latorre y sus colaboradores. Latorre estudió los
canales de potasio y de entre ellos, los activados por calcio, que juegan un
papel clave en la contracción muscular. De estos canales estudió todo (o casi
todo): su arquitectura molecular, su cinética y la selectividad de la
conductancia iónica, su mecanismo de activación. Hacia los 90, Latorre no pudo
dejar de advertir las enormes ventajas que ofrecía el advenimiento de las
técnicas de la biología molecular, y es así que en colaboración con un
investigador argentino, Enrico Stefani, y una mexicana, Ligia Toro, clona por
primera vez el canal de potasio activado por calcio de músculo liso y por
estudios de mutagénesis, establece la relación entre la estructura y A finales de los 90,
hace Latorre un descubrimiento que permite conectar el mecanismo molecular de
los canales y la clínica: descubre que la subunidad β del canal de potasio activado por calcio es sensible a
estrógenos y que una mutación en esta subunidad se asocia a una menor
prevalencia de hipertensión diastólica. Estos hallazgos sugieren que los
estrógenos serían el factor de cardioprotección presente en las mujeres en la
etapa reproductora, y que disminuye drásticamente en Ramón Latorre ha
tenido sin duda, una carrera científica brillante y trascendente. Pero hay otro
aspecto en su trayectoria que hay que ir buscando en las páginas de su CV: su
compromiso con Chile. Después de completar su doctorado en 1969 realizó un
posdoctorado en el NIH, regresando luego a su país a formar a jóvenes
científicos. De esa época son los primeros doctores formados bajo su dirección.
A finales de 1975, obligado por las difíciles condiciones en Chile emigró a EU,
en donde pasó dos años como profesor asociado en la Universidad de Chicago para
establecerse finalmente en Harvard, en donde permaneció 5 años como profesor
asistente, primero, y como profesor asociado, después. Ya en 1983 decide volver
a su patria, regresa a vivir a Santiago de Chile. Es contratado por la Universidad de Chile, a donde llega con la
intención de contribuir a la recuperación de esta universidad para En la Universidad de
Chile, Latorre echa a andar el Laboratorio de Fisiología Celular, y en 1984
contribuye como fundador, a la creación del Centro de Estudios Científicos de
Santiago, el CECS. En este centro Latorre lidera de manera brillante el
renacimiento y la expansión de la biofísica, una disciplina que se había
desarrollado antes en el país, pero que había prácticamente desaparecido. Atrae
a científicos chilenos exiliados, a investigadores de otros países y a un gran
número de entusiastas estudiantes. El papel de Latorre como artífice de ese
logro es reconocido por La apuesta que en
1983 hizo Latorre fue sin duda arriesgada: la de dejar el prestigio y las
facilidades de la Universidad de Harvard, por el desarrollo incierto de la
investigación básica en su país, después de un periodo oscuro de |