DR. WOLF LUIS MOCHAN
BACKAL
CENTRO DE CIENCIAS
FISICAS
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE
MEXICO
Presente
Me estoy permitiendo hacerle llegar el artículo
titulado “Sociedad del conocimiento”, escrito por nuestro
consejero, Dr. Lorenzo Martínez Gómez, publicado el día de hoy en la sección Opinión del periódico La
Crónica de Hoy.
Aprovecho la ocasión para enviarle un cordial saludo.
Atentamente,
Luz Elena Cabrera Cuarón
Secretaria Ejecutiva Adjunta
Consejo Consultivo de
Ciencias de la
Presidencia de la
República (CCC)
San Francisco No. 1626-305
Col. Del Valle
Delegación Benito Juárez
03100 México, D.F.
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Por: Lorenzo Martínez
Gómez | Opinión
Miércoles
12 de Marzo de 2008 | Hora de publicación: 01:42
Sociedad del conocimiento
¿Qué ha hecho usted este año? Así abrió
la conversación el director con el distinguido investigador. Mi querido amigo
investigador entendió la
pregunta. El director no quería que le dijeran lo que ya
sabía… que el investigador había impartido clases con excelencia,
publicado artículos científicos y dirigido las tesis doctorales de varios
estudiantes, y que aparecía citado miles de veces por sus pares en muchos países;
en fin que era altamente reconocido. El director tenía en su escritorio una
tarjeta de los recursos que había ingresado a la universidad para pagar sus
investigaciones, las becas de sus alumnos, sus viajes dando conferencias por
todo el mundo, y desde luego la tajada para la universidad. Es
más, el director ya sabía que mi amigo era un muy notable H40. H es un engendro
de la cienciometría, horrible para muchos, pero muy halagador para la elite. Para decirlo en
palabras simples, H es una métrica con dificultad altamente creciente, de los
artículos científicos de muy alto impacto del investigador.
Mi amigo se limitó a relatar al director la evolución de aquella idea de las
nanopartículas que habían probado tener propiedades antibióticas en medicina, y
también de la otra idea sobre las propiedades catalíticas de otras
nanopartículas muy prometedoras en la refinación de petróleo. Le comentó el
nacimiento de dos empresas de base tecnológica establecidas alrededor de esas
ideas, y que tenían entre sus primeros empleados a egresados del doctorado en
esos temas. Las dos empresas se habían establecido en el gigantesco parque
tecnológico de la universidad de más de 500 hectáreas.
Lograron sus primeros financiamientos federales, y capital de riesgo. El
director se mostró muy complacido con el par de ases del investigador, que sumó
al acervo que llevaría a su reunión con el rector. No. La conversación no
ocurrió en México. Ocurrió en 2007, en la Universidad de Texas en Austin. Como
muchas en el mundo, Austin impulsa a sus investigadores a convertir sus
descubrimientos en oportunidades económicas en beneficio de la región.
Igual que las personas, las comunidades pueden desarrollar vocaciones. Algunas
tienen vocación hacia las labores del campo, otras escogen la manufactura,
otras deciden que lo suyo son servicios turísticos, otras le apuestan a la
jugada y ponen casinos; todas las vocaciones son muy buenas mientras haya
trabajo y ganancia. De manera creciente en las últimas décadas y con grandes
éxitos, muchas regiones han escogido la vocación del conocimiento. Allí está
California que dio luz al Valle del Silicio alrededor de la Universidad de
Stanford en los setentas o “la ruta 128” en los alrededores de Harvard y MIT
en Boston. Robert Reich, secretario del Trabajo en tiempos de Bill Clinton y
distinguido economista, fue un gran impulsor de la idea de orientar la vocación
de las comunidades americanas al conocimiento. Recomiendo su excelente libro
The Work of Nations. En ese contexto Clinton adoptó entonces con mucho entusiasmo
el concepto de “nanoestructuras” que le acuñó la sociedad de
investigación de materiales en Estados Unidos (MRS por las siglas en inglés de
Materials Research Society). Un nanómetro es el largo de la milésima de una
millonésima de metro, y la capacidad de manipular y construir materiales o
dispositivos en esa escala es la nanotecnología. Tuve
la oportunidad, a principios de los noventa, de ser el “chairman”
de Relaciones Exteriores de la MRS, y ser parte del cuerpo transmisor de la
idea de la nanotecnología hacia el Congreso de Estados Unidos, que finalmente
abrió una partida multimillonaria para este concepto que ha trascendido varios
períodos de gobierno. Debo decir que la idea se vendió más o menos sola, y que
nadie del Comité de Relaciones Exteriores, ni la mesa directiva de la MRS
fueron tan eficaces en esta tarea como el golf con los diputados por parte del
“lobbyist” de la MRS en Washington. La nanotecnología probó ser un
pilar de la industria del conocimiento reciente, ejemplar en materia de creación
de valor y empleo altamente especializado.
La vocación de las sociedades hacia la economía del conocimiento debería ser un
acto consciente de los órganos de gobierno, aunque no siempre ocurre así. En la
economía del conocimiento ha operado mucho la iniciativa de las personas que
irrumpieron para subvertir el orden económico establecido. En las últimas
décadas hemos visto una revuelta económica mundial donde los antiguos poderosos
de la industria automotriz y del petróleo perdieron grandes espacios arrebatados
por las tecnologías de la información. Revuelta de nerds en jeans y
playerita, acrobióticos, o vegetarianos. De las subversiones, las del
conocimiento son las que han producido las revoluciones más justas socialmente
hablando. La economía del conocimiento ha dado lugar a nuevos emporios
altamente lucrativos con los mejores planes de carrera para los empleados, y
con enormes derramas económicas en su periferia.
Los investigadores pueden ser detonadores de muchos nichos para la sociedad del
conocimiento en México. En el pasado reciente se gestaron varios polos de
investigación distribuidos por todo el país, en contraste con las muchas
décadas anteriores de alta concentración y crecimiento reducido de la actividad
científica en la ciudad de México. Por mencionar algunos ejemplos destacados,
en ciertos campos en Monterrey, Ensenada, Mérida, Puebla, Guadalajara,
Guanajuato, San Luis Potosí, Chihuahua, Querétaro y Morelos se han asentado
centros de investigación o laboratorios universitarios de notable actividad
científica. La distribución dista de ser homogénea, ya que la máxima
concentración de investigadores per cápita
y por unidad de área está en Morelos, que en su reducido territorio tiene
tantos investigadores nacionales como casi toda la franja fronteriza.
El crecimiento y la dispersión del trabajo científico de las últimas décadas se
fortalecieron muchísimo alrededor de varios instrumentos de política pública de
México, siendo el más notorio el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) que
le ha dado estabilidad y “protección” a los investigadores
dondequiera que se localicen en el país. El SNI es un programa de gobierno que
distingue a los llamados “investigadores nacionales”, dándoles
categorías por su calidad y posicionamiento científico internacional, y
mediante un algo más que un mero complemento salarial que les asegura un nivel
de ingresos digno en la institución universitaria o de investigación donde
deseen trabajar. La pinza se cierra porque los subsidios públicos a las
universidades son muy favorecidos por el número y categoría de los
investigadores nacionales en su nómina.
El SNI surgió para fomentar la investigación básica. No que totalmente se
ignoren, pero entre los procedimientos normales de la evaluación del SNI son,
la vinculación entre el conocimiento producido y la creación de alguna nueva
actividad económica alrededor del mismo, criterios mucho menos importantes que
las publicaciones científicas y sus devengos cienciométricos. Creo que es el
momento de evolucionar la política pública del SNI. Debería pasarse del
“nada te lo prohíbe” al “me encantaría que lo
hicieras”; fortalecer la producción de conocimiento de propiedad; y
premiar el trabajo multidisciplinario para su conversión en actividad económica
nueva.
Por el lado de la sociedad, de manera muy notable se están dando iniciativas de
gobiernos, universidades, o comunidades para crear espacios favorables a la
creación económica basada en el conocimiento. Destaca el Parque de
Investigación e Innovación Tecnológica de Nuevo León, que alberga ya grandes
edificaciones donde convergen varias siglas muy relevantes de la investigación
en México: Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), Instituto Tecnológico de
Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), Centro de Investigación en Materiales
Avanzados (CIMAV), Centro de Innovación Aplicada en Tecnologías Competitivas
(CIATEC), Centro de Investigaciones Científicas y Estudios Superiores de
Ensenada (CISESE), Universidad de Monterrey (UDEM), Centro de Investigación en
Alimentación y Desarrollo (CIAD), las universidades de Carnegie Mellon y
Arizona, y el gigante del software Infosys
de India.
El gobierno de Morelos dentro de su proyecto de desarrollo económico está ahora
impulsando el Parque Tecnológico del ITESM al sur de Cuernavaca, y un Parque
del Conocimiento de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM)
en la parte norte. Se espera que este mismo año arranquen ambos recintos. La
comunidad científica de Morelos, la más grande del país después del DF, tiene
importantes capacidades en los rubros de biotecnología, energía, materiales,
tecnologías de la información, agua, ciencias sociales, entre otras. Hay
entusiasmo entre los investigadores y hay excelentes ideas para crear dos
fuertes nichos de la sociedad del conocimiento. ¡Enhorabuena!
*Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República
(CCC)
*Investigador del Instituto de Ciencias Físicas de la UNAM
consejo_consultivo_de_ciencias@ccc.gob.mx