DR. WOLF LUIS MOCHAN
BACKAL
CENTRO DE CIENCIAS
FISICAS
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE
MEXICO
Presente
Me estoy permitiendo hacerle llegar el artículo escrito
por nuestra consejera, Dra. Mayra de la Torre, titulado “Innovación,
ciencia y sociedad civil”, publicado el día de hoy, en la sección Opinión del periódico La
Crónica de Hoy.
Aprovecho la ocasión para enviarle un cordial saludo.
Atentamente,
Luz Elena Cabrera Cuarón
Secretaria Ejecutiva Adjunta
Consejo Consultivo de
Ciencias de la
Presidencia de la
República (CCC)
San Francisco No. 1626-305
Col. Del Valle
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Por: Mayra de la Torre |
Opinión
Miércoles
30 de Abril de 2008 | Hora de publicación: 02:08
Innovación, ciencia y
sociedad civil
Las palabras pronunciadas por José Miguel
Insulza, secretario general de la Organización de los Estados Americanos, en
las vísperas de la
Cuarta Cumbre de las Américas, ejemplifican claramente el
papel que la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI) juegan en el
desarrollo de los países: “La experiencia a través de los años, ha
demostrado que es impensable desligar el desarrollo socioeconómico y cultural
de un país, de sus avances en ciencia y tecnología, o de su aplicación para
resolver sus problemas más importantes. A pesar de estas posibilidades, sólo
parte de la población del mundo se ha beneficiado de los avances de la ciencia
y tecnología, y de la mejora de la calidad de vida. El aumento de la pobreza en
el mundo, la que es experimentada por 1,300 millones de personas, pone en
evidencia que las actuales estrategias de desarrollo no han tenido los
resultados deseados. Por ello, resulta crucial que tanto los países grandes y
pequeños, como los ricos y pobres se valgan de la ciencia, la tecnología y la
innovación como elementos sustantivos para sus estrategias de desarrollo, de
reducción de la pobreza y de construcción de la Sociedad del Conocimiento”.
En México, ha habido eco en cuanto a la importancia de transformarnos en una
Sociedad del Conocimiento. Se ha incluido innovación en el binomio
ciencia-tecnología, enfatizándose que la ciencia debe servir a la sociedad y
que los científicos se deben dedicar a resolver los problemas más críticos del
país. Sin embargo, ¿compartimos todos el mismo concepto de innovación?,
¿tenemos claro cuál es el rol de la ciencia y por ende de los científicos?,
¿estamos conscientes de la importancia y de la necesidad de que la sociedad
civil se apropie del conocimiento?
Recurriré a André Yves Portnoff para explicar las diferencias entre innovación,
descubrimiento e invención. En su libro titulado Por la Senda de la Innovación, menciona que la innovación es
la aplicación de una idea conducida hasta su explotación efectiva por la
sociedad y que se da en todos los ámbitos, incluyendo el social y el político.
Un ejemplo de innovación social son las primas vacacionales, es innegable que
han sido adoptadas por la
sociedad. En el caso de innovación política, podemos citar
que gracias a las mujeres que lucharon por el derecho al voto, actualmente
vemos como algo natural el acceso de hombres y mujeres al sufragio universal.
El mismo autor enfatiza que la innovación es el resultado concreto de una idea
que logra su objetivo, porque corresponde a dos campos de posibilidades: el
científico y tecnológico por una parte, y el social por la otra. Así es que
una idea, factible técnicamente, sólo llegará a ser una innovación si responde
a las expectativas de la sociedad y si no enfrenta obstáculos culturales o de
otra índole.
Por otro lado, el objetivo de la ciencia es generar conocimiento, descubrir. Un
descubrimiento es la puesta en evidencia de un fenómeno natural, la gravedad
existía antes de que Isaac Newton viera caer la manzana y formulara la teoría
de la gravitación universal. Así pues, los descubrimientos no son innovaciones.
¿Y qué con los inventos? La invención es un medio nuevo para lograr un
objetivo, por ejemplo el rayo láser fue una invención basada en un
descubrimiento (el bombeo óptico), se patentó, y pasaron varios años para que
se fuera incorporando en diversos dispositivos que usamos en la vida diaria,
como los reproductores de disco compactos. Es decir, para que finalmente pasara
de ser un invento a ser una innovación; por lo tanto un invento per se no es una innovación.
¿Las patentes son innovaciones? Veamos cuál es su propósito. Una patente tiene
como mira establecer un monopolio comercial, es decir que quien explote comercialmente
ese invento pague por ello. Por eso, entre los requisitos para otorgarlas, se
encuentran la novedad y el carácter inventivo, pero no su adopción por la sociedad. Por lo
tanto, la patente per se tampoco
es una innovación.
Puesto que la innovación existe sólo cuando los modelos imaginativos de toda la
cadena, desde la concepción inicial hasta el usuario final coinciden, los
científicos contribuimos a la innovación, pero no somos los únicos
responsables. Es un hecho irrefutable que la investigación científica tiene
impacto en la innovación, pero la relación no es automática ni simple. El
modelo lineal, de moda en los años 1960, que establecía que la investigación
básica alimentaba a la investigación aplicada, lo que a su vez conducía a
aplicaciones prácticas e innovaciones, ya no se considera válido. Entonces
¿cómo se da la innovación?
Ciertamente la innovación no se da porque se decida innovar o por decreto. La
innovación florece cuando el ambiente es adecuado, por lo que, lo que se puede
hacer, es propiciar ese ambiente, en el que es primordial una sociedad con buen
nivel de educación y conocimientos científico-técnicos, y la interacción entre
todos los actores implicados. Los actores incluyen: científicos, técnicos,
ingenieros, empresarios, industriales, legisladores, inversionistas,
gobernantes y la sociedad civil.
¿Quién es la sociedad civil? Somos todos, y en la tan nombrada sociedad del
conocimiento, los gobernados y los gobernantes debemos de apropiarnos de la
ciencia y de la
tecnología. Un ejemplo maravilloso de la participación de la
sociedad civil y la necesidad de apropiarse de la ciencia para la toma de
decisiones, lo tenemos en el proyecto Suroit de Québec. Históricamente, Québec
había satisfecho sus requerimientos generando electricidad, fundamentalmente en
hidroeléctricas. El incremento en la demanda llevó a buscar otras alternativas
y el gobierno aprobó el proyecto Suroit: una planta que generaría 836 MW
utilizando gas natural y empezaría a funcionar en 2008. Previamente, había sido
aprobada otra planta de generación mixta, que también utilizaría gas natural y
estaría en Becancour. Los ecologistas y los ciudadanos locales se opusieron al
proyecto Suroit, argumentando que no era la mejor opción y propugnando por el
uso de la energía eólica. La respuesta oficial fue que esta energía renovable
no era una opción para Québec. La réplica de la sociedad civil, bien informada,
y que se apropió del conocimiento científico y tecnológico, no se hizo esperar.
Los argumentos y evidencias científico-técnicas que presentaron día tras día,
fueron irrebatibles. El 18 de noviembre de 2004, el Ministro de Recursos
Naturales de Québec anunció la cancelación del proyecto Suroit. Un día después,
la empresa más conocida por sus plantas hidroeléctricas en Canadá y otros
países, Hydro-Québec, anunció sus planes para instalar una planta eólica que
generaría 1000 MW y otras más. Así mismo, informó que la meta inicial de un
ahorro de 3 billones de kilowatts-hora, se incrementaría 4 veces, gracias al
uso de energía eólica. Hydro- Québec se asoció con otras empresas para resolver
los cuellos de botella tecnológicos, especialmente las turbinas de viento. Hubo
inversiones millonarias de empresas de diversos países, y actualmente la
generación de energía eléctrica, utilizando el viento, es un gran negocio. La asociación Canadiense
de Energía Eólica estima que entre 2007 y 2015, gracias a la energía eólica, se
crearán 15,000 empleos de tiempo completo y el equivalente al empleo a 43,000
personas-año, durante la construcción de las centrales eléctricas que utilizan
el viento. Además, para Hydro-Québec cada turbina de viento generará $538
dólares de ganancias brutas durante 25 años.
¿Por qué se dio la innovación en la generación de energía en Québec?, porque
había una necesidad que tenía que ser satisfecha, una idea que correspondía
tanto al campo científico-tecnológico como al social. Además, esta idea
respondía a las expectativas de una sociedad bien informada que participó
activamente.
Este ejemplo ilustra perfectamente las palabras del Dr. Michel Bergeron,
director del Departamento de Ciencia y Tecnología de la OEA, quien dice:
“en las democracias basadas en el conocimiento, es fundamental el acceso
generalizado a las fuentes de información científica y tecnológica, para que
sus ciudadanos tomen conciencia y se apropien del conocimiento, ya que dicha
apropiación es un prerrequisito para lograr una gobernabilidad con calidad y
transparencia”. Por cierto, el Dr. Bergeron nació en la provincia de
Québec.
De lo anterior, se infiere que para que tengamos en México una sociedad basada
en el conocimiento y empresas innovadoras, no basta con decirnos a los
científicos “ustedes tienen que estudiar las prioridades de la
nación”, es indispensable que trabajemos juntos todos los actores y que
se establezcan objetivos y estrategias conjuntamente, amén de que existan
recursos financieros. Mientras la investigación se considere un gasto, en lugar
de una inversión, y seamos una sociedad con un bajo nivel de apropiación del
conocimiento, seguiremos creyendo que compramos tecnología de punta, seguiremos
esperando los milagros y seguiremos sin explicarnos ¡cómo en un país con tantos
recursos sigue incrementándose la población en condiciones de pobreza, y de
pobreza extrema!
*Investigadora del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A.C.
(CIAD)
*Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República
(CCC)
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