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CCC.-Artículo del Dr. Pablo Latapí Sarre



Title: Xxxxxx

DR. WOLF LUIS MOCHAN BACKAL

CENTRO DE CIENCIAS FISICAS

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

Presente

 

Me estoy permitiendo hacerle llegar el artículo escrito por nuestro consejero, Dr. Pablo Latapí  Sarre, titulado “Ciencia y fe: una visión alternativa”, publicado el día de hoy, en la sección Opinión del periódico La Crónica de Hoy.

 

Aprovecho la ocasión para enviarle un cordial saludo.

 

Atentamente,

 

Luz Elena Cabrera Cuarón

Secretaria Ejecutiva Adjunta

 

Consejo Consultivo de Ciencias de la

Presidencia de la República (CCC)

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Por: Dr. Pablo Latapí Sarre | Opinión

Miércoles 25 de Junio de 2008 | Hora de publicación: 03:27

 

 

Ciencia y fe: una visión alternativa

 

En este mismo espacio se publicaron recientemente varios artículos sobre la relación entre el pensamiento científico y la fe religiosa. Mi reacción fue de asombro; un doble asombro. En ellos se presentaba una visión de la ciencia que yo creía superada desde hacía 50 años: una ciencia arrogante, tan confiada en la razón que asegura que nos liberará progresivamente de nuestras ignorancias, de modo que acabará por extinguir las religiones (mi primer asombro). Por otro lado, me pareció que en esos artículos aparecía (segundo asombro) una visión del hecho religioso y de las religiones, propia del racionalismo decimonónico, que recurría a estereotipos de iglesias, dogmas, sacerdotes y prácticas religiosas que rayan en la caricatura.
Ambos asombros me movieron a presentar aquí una visión alternativa. Soy una persona profundamente religiosa, a la vez que un científico que toma muy en serio las ciencias —las humanas, las sociales, las naturales y las llamadas (antiguamente) exactas—. Ambas formas de conocimiento han estado en diálogo dentro de mí desde mi adolescencia, increpándose a veces, otras veces conciliándose, pero siempre tratando de ser honestas respecto a sus respectivos alcances, su validez y su significado. He seguido, sin ser especialista, los avances maravillosos de algunas ciencias, sintiéndome orgulloso de sus logros; también he cuestionado las bases epistemológicas de la indagación científica y su incapacidad para abordar, por sí misma, las preguntas “últimas” que todos los seres humanos nos planteamos. Por otro lado, tomo en serio mi fe religiosa; fui formado durante 35 años en una Orden (la Compañía de Jesús) que se precia de estar abierta y respetar el pensamiento contemporáneo, que indaga el hecho religioso no sólo como fenómeno cultural históricamente persistente, sino como realidad inquietante en la mayoría de los seres humanos, también los del presente. Fui educado también para “orar”, es decir, para predisponer mi espíritu para “experimentar a Dios”, percibiendo los silencios interiores, y para intentar construir las condiciones adecuadas para comunicarme con ese ser misterioso. Baste esto como introducción.
En mi visión alternativa —que no pretende polemizar con nadie— considero que el pensamiento científico hoy predominante está ya muy lejos de la perspectiva autosuficiente propia de los “padres” de la ciencia moderna: Bacon (1561-1626), Descartes (1596-1650) y Newton (1642-1727). En su cosmovisión mecanicista y en su concepción de “la razón”, Dios no era necesario en este mundo; si existía, tendría que estar en otro orden de existencia que nos era inaccesible; había que constituir a nuestra razón en el único recurso para explicarnos lo que somos y lo que es el universo. Desde entonces se inició la oposición ciencia-religión, especie de esquizofrenia que separaba el mundo material y el mundo espiritual y mostraba como irreconciliables dos modos de conocer.
Esta cosmovisión mecanicista empezó a ser desmantelada por Einstein. La física cuántica y sus hipótesis fueron estableciendo hechos intrigantes: la convertibilidad de energía y materia, la indeterminación inescapable (Heisenberg) porque nuestro conocimiento altera la realidad, el “salto cuántico” (Bohr) por el que los electrones pueden saltar de una órbita a otra sin pasar por el espacio entre ambas, etc. Algunos científicos llegan a afirmar que la realidad no existe o es radicalmente “irrepresentable” (“las ondas de luz no existen realmente; no son más que ondas de saber”), y que por tanto ningún modelo conformado según nuestra experiencia a gran escala puede ser “verdadero”.—en, Schrödinger, Erwin, Ciencia y humanismo, Tusquets, México, 1988, pp. 36 y 55—. Nuestro concepto de “objeto” y nuestra concepción de “conocimiento” han quedado profundamente cuestionados: no sólo el concepto de realidad se difumina sino también el de identidad y, por ende, el de causalidad, fundamento de la ciencia.
El desarrollo científico de las últimas décadas nos ha conducido a otro modo de ver el mundo y a otra concepción de lo que es la propia ciencia: un acercamiento siempre tentativo, siempre provisional, a una realidad cuyo constitutivo último ignoramos.
Y aún hay más: las recientes investigaciones del mundo subatómico han comprobado que predomina el “vacío cuántico”: el 90% de cualquier átomo es espacio vacío, vacío de todo, inclusive del antiguo “éter”; más aún, las partículas que parecen girar dentro del átomo surgen de esa nada y vuelven a desaparecer en ella. “Las partículas elementales —afirma un cosmólogo matemático— emergen del vacío...; este es el sencillo e impresionante descubrimiento; (...) en la base del universo hierve la creatividad”.
(Swimme, Brian, The Hidden Heart of the Cosmos: Humanity and the New Story, Orbis-Maryknoll, N. York, 1996, pp. 93). Y se expresa como un místico: “Empleo la expresión ‘abismo que lo nutre todo’ como una manera de señalar este misterio que está en la base del ser” (subrayado mío). Sorprende la similitud de estas afirmaciones con las de los Vedas, las Upanisads y los místicos orientales. Conclusión de todo esto: el universo está lejos de ser “explicado” como imaginábamos antes de Einstein; tampoco es una realidad que vamos “conociendo”, en sentido riguroso, por la ciencia; lo que vamos conociendo es que lo desconocemos.
Análogas sorpresas nos ha deparado la investigación astronómica, a partir de la teoría del Big Bang y de los cálculos de Hubble (1889-1953): las cerca de 140,000 galaxias de que tenemos noticia se están alejando unas de otras a una velocidad cada vez mayor. Miles de científicos están tratando de rastrear los sucesivos pasos de esta expansión desde la primera gran explosión de energía (o, si se quiere, desde el “rebote” que sucedió a una retracción): cómo se desarrollaron las partículas, gases, estrellas, supernovas, galaxias, etc., hasta llegar a nuestro pequeño planeta Tierra y, en ésta, cómo surgió y evolucionó la vida y la vida consciente. En esta “nueva cosmología” los científicos afirman que no hay espacio fuera de este universo ni hubo tiempo antes del Big Bang; ambos se crean a medida que el universo se expande. Uno de ellos (J.B.S. Haldane) llega a afirmar: “el universo no es sólo más extraño de lo que suponemos, sino más extraño de lo que podemos suponer”.
El racionalismo científico con sus antiguas reglas se cimbra, además, ante una emergente visión holística del universo. Se va descubriendo que las causalidades son redes complejas y que el universo es más bien un “sistema de sistemas dentro de otros sistemas”: un “holón” —lo llaman los epistemólogos— en el que el todo es mayor que la suma de sus partes; los “todos” naturales (los organismos vivos, lo mismo que los ecosistemas y las galaxias) son, cada uno de ellos, más que la suma de sus partes. Nuestra razón no está hecha, todavía al menos, para comprenderlos.
Las implicaciones epistemológicas de estos nuevos acercamientos científicos al universo son múltiples, pero para el propósito de este artículo sólo destaco una de ellas: la razón científica honesta y rigurosa hace mucho que abandonó su antigua seguridad; hoy no es arrogante ni autosuficiente, sino humilde, va unida al asombro y, por ello, está cada vez más cercana del pensamiento religioso. Aunque cada vez sepamos más de los “cómos”, sabemos menos de los “por qués” y “para qués”. El anunciado desencantamiento del mundo parece ir en dirección contraria.

*Investigador Titular C en el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (UNAM)
*Investigador Nacional de Excelencia y Emérito del SNI
*Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República (CCC)

consejo_consultivo_de_ciencias@ccc.gob.mx