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CCC.-Artículo 2 del Dr. Baltasar Mena Iniesta



Title: Xxxxxx

DR. WOLF LUIS MOCHAN BACKAL

CENTRO DE CIENCIAS FISICAS

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

Presente

 

Me estoy permitiendo hacerle llegar el artículo escrito por nuestro consejero, Dr. Baltasar Mena Iniesta titulado “El científico sexagenario en el país del juicio eterno”, publicado el día de hoy, en la sección Opinión del periódico La Crónica de Hoy.

 

Aprovecho la ocasión para enviarle un cordial saludo.

 

Atentamente,

 

Luz Elena Cabrera Cuarón

Secretaria Ejecutiva Adjunta

 

Consejo Consultivo de Ciencias de la

Presidencia de la República (CCC)

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Por: Dr. Baltasar Mena Iniesta | Opinión

Miércoles 15 de Octubre de 2008 | Hora de publicación: 02:08

 

 

El científico sexagenario en el país del juicio eterno

 

Cada vez que salgo de mi cubículo en el Instituto de Ingeniería me encuentro con los amigos y colegas Ricardo, Enrique, Manuel y otros respetables investigadores; asimismo, al salir de impartir mis cursos en la Facultad de Ingeniería me encuentro con César, Francisco, Federico y otros respetados profesores; todos tenemos un común denominador: todos somos de la tercera y cuarta edad y pertenecemos al Sistema Nacional de Investigadores.

Me atrevo a asegurar que todos los miembros de este grupo, llamado de cariño la “clínica geriátrica” de Ingeniería, tenemos otro punto en común y es el de ser juzgados periódicamente, entre otros muchos comités, por el Comité de Evaluación del área VII del SNI.

Desafortunadamente, debo confesar que he pertenecido en varias ocasiones a dicho comité y que esporádicamente (cada año) me solicitan pertenecer al mismo en su variedad de “reconsideraciones”. Cada año veo con tristeza que el comité está formado cada vez más por neófitos juveniles de criterio cada vez más adolescente. Por “nuevos científicos nivel III” que son peores que “nuevos ricos”, por grupos de “chupatintas cuentagarbanzos indexados”, por alguno que otro nivel II de origen dudoso y universidad desconocida y, sobre todo, por un par de sanguijuelas dedicadas a perjudicar a otros investigadores en todo lo posible.

Así, electrónicos califican a mecánicos, civiles a químicos, materialistas a catalíticos y tecnólogos a los que se dejen.

Un verdadero científico debe aprender durante sus estudios de doctorado a ser humilde respecto a los conocimientos que cree poseer y, sobre todo, debe aprender a decir NO SÉ cuando desconoce algo de un tema. Sin embargo, el científico mexicano, y más aún el formado en una institución nacional, no sabe decir “no sé”. No hay tema que se le resista, sobre todo si se trata de juzgar y evaluar a alguien.

El científico mexicano es un juez innato; de hecho, ningún mexicano sabe decir “no sé”; baste el ejemplo de preguntar direcciones en la calle a cualquier transeúnte; jamás dirá no sé, prefiere enviarnos a una dirección desconocida e inventada en el instante. Eso sí, la información es transmitida con una seguridad asombrosa. Así, el científico evaluador mexicano no sólo desconoce el área que se encuentra evaluando, sino que emite juicios a mansalva.

La primera regla a seguir por un evaluador es que, si no sabe si la revista donde está publicado un artículo está o no indizada, es que está juzgando un área fuera de su competencia y por lo tanto debe turnarlo a otra persona.

Pero esto sería admitir sus limitaciones y confesar que no es todólogo; es preferible remitirse al Science citation index y si la revista no está, que se joda el candidato en cuestión. A grandes rasgos, el sistema de evaluación en el área VII funciona de la siguiente manera:

Cada solicitante es evaluado por dos miembros del comité, a través de un sistema de cómputo con escasa información, y cada pareja de evaluadores califica varias decenas de aspirantes.

Una vez hecha la evaluación inicial, se procede a la presentación de cada caso ante el pleno del comité; para ello, cada evaluador presenta un caso y el comité procede a interrogar al evaluador en turno acerca de la calidad de su evaluación.

Aquí, independientemente de la opinión del evaluador original, intervienen los nuevos ricos, los chupatintas y sobre todo las sanguijuelas para, colectivamente, examinar la producción del aspirante a través de la pantalla de la computadora, contar garbanzos nuevamente y emitir el juicio final, el cual redituará de forma directa en el nivel que se otorgue al aspirante y, sobre todo, en su remuneración durante los próximos años.

En los comités de reconsideración, el procedimiento es básicamente similar al descrito, salvo que tres miembros son ajenos al comité original y cuatro de ellos, incluyendo al presidente, son miembros del comité original que juzgó al aspirante.

Debe notarse que los cuatro miembros del comité original ya juzgaron los casos en reconsideración y es poco probable que cambien de opinión, salvo que existan nuevos factores de peso que hagan cambiar el dictamen. Pienso que en todo caso sería más sano que un nuevo comité examinara los casos en cuestión de manera independiente.

De cualquier modo, el sistema de evaluación es desgastante, complicado y electrónicos siguen juzgando a mecánicos, civiles a químicos, etcétera. En mi calidad de sexagenario me gustaría hacer algunas sugerencias con objeto de simplificar el sistema de evaluación, al menos para el área VII en cuestión.

Dado que la evaluación se hace accediendo por internet a los datos proporcionados por cada aspirante a través de su CVU, el sistema podría hacerse de manera similar a la aprobación y calificación de proyectos de investigación seguida desde hace años por Conacyt.

Así, se formaría un banco de evaluadores en cada área, del cual se eligen, digamos, tres, los cuales evaluarían exclusivamente el área de su competencia. El candidato especialista en catálisis sería evaluado por expertos en catálisis de preferencia nivel III, el especialista en estructuras sería evaluado por ingenieros civiles con especialidad en estructuras o ramas afines, el hidráulico por hidráulicos o especialistas en mecánica de fluidos, etcétera.

Una vez realizadas las evaluaciones por áreas no sería necesario más que una sesión plenaria para ratificar las evaluaciones y emitir los dictámenes en cuestión. Al turnar la evaluación de cada expediente a expertos en dicha área se evitaría la búsqueda inútil de revistas en el SCI y similares, pues los expertos conocen las revistas donde debe publicar el aspirante; podrían, además, leer los artículos y decidir acerca de su calidad y contribución científica.

En fin, las ventajas de ser juzgados por pares verdaderamente pares son obvias y así funcionan en el ámbito internacional.

Cuando un investigador envía un artículo a una revista
especializada es juzgado por varios revisores especialistas en la materia y no por personajes ajenos por completo a su línea de especialidad. Obviamente, los aspirantes a eméritos serían juzgados por investigadores eméritos del área correspondiente y no por chupatintas imberbes. Todo marcharía sobre ruedas.

Se evitarían las ridículas votaciones para nombrar miembros de la comisión a través de foros, academias y otros. En fin, una utopía evaluadora. Cada evaluador aceptaría su condición y firmaría pacto de no divulgación con el sistema; podría, además, negarse a evaluar casos que le ocasionaran conflictos por amistad, trabajo u otros y sugerir el nombre de otro evaluador alterno.

De hecho, el sistema actual considera la posibilidad anteriormente descrita en sus estatutos, bastaría entonces con implementarla.
Un sistema como el anteriormente descrito funcionaría de manera más eficaz, ecuánime y noble y, al mismo tiempo, serviría para eliminar de una vez por todas a ese grupo de científicos mexicanos que por alguna razón desconocida no sabe admitir sus limitaciones para juzgar casos ajenos a su especialidad.

Finalmente, mis colegas de la clínica geriátrica y un servidor, investigadores entre 66 y 100 años de edad, quisiéramos apelar a las autoridades académicas de este país para que nos protejan del sistema judicial académico y nos otorguen algún tipo de inmunidad que, de preferencia, no sea póstuma.

Nota: Mi próxima evaluación en el SNI será a los 75 años de edad. Me pregunto qué me pedirán para renovar mi nombramiento hasta los 90.
 
Investigador del Instituto de Ingeniería, UNAM y Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República (CCC)

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