DR. WOLF LUIS MOCHAN
BACKAL
CENTRO DE CIENCIAS
FISICAS
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE
MEXICO
Presente
En esta ocasión, me estoy permitiendo hacerle llegar el
artículo en el que el Consejo Consultivo de Ciencias hace una breve
presentación del Premio México de Ciencia y Tecnología, y del Premiado, así
como el discurso del Dr. Ramón Latorre de la Cruz, Premio México de Ciencia y
Tecnología 2007, publicado el día de hoy, en la sección Opinión del periódico La Crónica
de Hoy.
Aprovecho la ocasión para enviarle un cordial saludo.
Atentamente,
Luz Elena Cabrera Cuarón
Secretaria Ejecutiva Adjunta
Consejo Consultivo de
Ciencias de la
Presidencia de la
República (CCC)
San Francisco No. 1626-305
Col. Del Valle
Delegación Benito Juárez
03100 México, D.F.
Teléfonos
(52 55) 5524-4558, 5524-9009
y 5534-2112
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Miércoles
29 de Octubre de 2008 | Hora de publicación: 03:57
Premio México de Ciencia y Tecnología 2007*
Sin investigación no
hay ciencia. Sin ciencia no hay desarrollo experimental. Sin desarrollo
experimental no hay tecnología. Sin conocimiento y tecnología no hay innovación
y, por tanto, no hay desarrollo. La ciencia y la tecnología son el fondo más
seguro para invertir el mayor capital de un pueblo, el talento de sus
ciudadanos.
La asociación virtuosa de distintas naciones que abrevan en una misma cultura o
que comparten una zona geográfica fortalece la dinámica socioeconómica de la región. La
asociación con terceros para un fin común de integración regional requiere una
filosofía basada en la generosidad entre los asociados. Esta es la visión que
subyace a la determinación tomada en 1990 por la Presidencia de la República
para establecer el Premio México de Ciencia y Tecnología.
El Premio México de Ciencia y Tecnología muestra el compromiso de México con el
desarrollo científico y tecnológico. Con este premio se distingue anualmente a
una persona de alguno de los países de la región de Iberoamérica y el Caribe,
por su contribución al conocimiento científico o al avance tecnológico. De esta
distinción se excluye la participación de nacionales mexicanos, a quienes se
reconoce en forma equivalente con el Premio Nacional de Ciencias y Artes.
Para la edición 2007 del Premio México de Ciencia y Tecnología se realizó el 27
del octubre de este 2008 la ceremonia en la que el Presidente de México, el
licenciado Felipe Calderón Hinojosa impuso la medalla y entregó el diploma de
tal distinción, al doctor en ciencias Ramón Latorre de la Cruz, de nacionalidad
chilena, especialista en biofísica. Este investigador ha hecho que el término
tenga la
connotación Chile, por sus aportaciones en el conocimiento de
la comunicación entre las neuronas, de la contracción muscular y de la
secreción de hormonas, entre muchas otras.
Estas son las palabras del Dr. Ramón Latorre de la Cruz, al recibir el Premio
México de Ciencia y Tecnología 2007.
Discurso del premiado**
“Como
Latinoamericano siento un profundo orgullo al recibir este reconocimiento que
tan generosamente conceden los hermanos mexicanos a los científicos de Centro y
Sudamérica, el Caribe, España y Portugal. Es una corona de laureles que, como
una advertencia, demuestra la importancia de la ciencia para el desarrollo del conocimiento
en nuestros países. No creo que haya una relación lineal entre ciencia básica y
las aplicaciones de ésta y es aquí en donde muchos se equivocan cuando echan a
andar políticas científicas. Lo único cierto y seguro es que, sin excepción, en
donde existe buena ciencia se producen los grandes avances tecnológicos.
“Y no hay mejores palabras que las de nuestro Neruda para demostrar mi
profunda alegría de haber sido honrado con este premio México de Ciencia y
Tecnología que nos acerca tanto.
Joven hermano hace ya
tiempo y tiempo
nunca dormido, nunca consolado
joven estremecido en las tinieblas
metálicas de México, en tu mano
recibo el don de tu patria desnuda
en ella nace y crece tu sonrisa
como una línea entre la luz y el oro.
“Sólo puedo contarles que mi vida ha sido un peregrinaje por el mundo de la ciencia. Después
de haberla practicado por más de 30 años sólo puedo decirles que es una
aventura más grande que los viajes de Colón o la vuelta al mundo de Hernando de
Magallanes. Tiene tanta poesía como los versos de mi querido Neruda y describe
el mundo como el mejor cuadro de Durero. Así, si la ciencia no es el supremo
oficio del alma, está en la misma liga que el arte y querámoslo o no nos cambia
la vida todos los días.
“Mi aventura comenzó leyendo el libro de Paul de Kruif, Los cazadores de
microbios, cuando tenía como 12 años. Libro que pusiera junto a los de Salgari
y Verne y sucesivamente algunos días yo era Sandokan venciendo a los piratas en
los mares de Malasia y otros Pasteur encontrando microbios y venciéndolos con
mis vacunas. Quizá por eso cuando entré a la universidad estaba tan dividido
entre la aventura y la ciencia que, como un compromiso, me refugié en el
teatro.
“Sin embargo, mi vida cambió cuando encontré a mi maestra Mitzy Canessa,
quien fue la primera en mostrarme a la ciencia como parte de la cultura y es
por ella que hoy estoy aquí. El Premio Nobel, Peter Medawar, nos dice que para
llegar a ser un buen científico uno debe encontrar a un maestro que le dé todo
su apoyo y una buena idea para trabajarla. Yo con Mitzy tuve ambas cosas y fue
ella la que me introdujo al increíble mundo eléctrico de los seres vivos. Mitzy
me dio además la posibilidad de formarme como científico en un laboratorio en
donde la creatividad y la libertad para pensar libremente iban de la mano. Ahí
aprendí, junto a tantos otros científicos que llegaban al laboratorio, la
fuerza que tiene la inteligencia cuando va acompañada de la dosis adecuada de
estética y de intuición.
“El secreto es ver lo que los otros no ven y gracias a la visión de todos
esos maestros, terminé trabajando, cuando todavía todo el campo estaba en
pañales, en esas proteínas que, situadas en la frontera de las células, en la
membrana celular, son las que captan, conducen y traducen toda la información
que nos viene del mundo externo. Esas proteínas denominadas canales de iones
son las que permiten que el medio externo de la célula converse con el
citoplasma a través de minúsculos impulsos eléctricos. Es gracias a ellas que
la nariz le puede decirle al cerebro que la abuela está cocinando. He pasado mi
vida inmiscuyéndome en la vida de estas macromoléculas y tratando de averiguar
lo que les pasa cuando reciben información en forma de un cambio de potencial
eléctrico o son activadas por una hormona. Me han deparado muchas alegrías y
grandes desilusiones. La alegría más grande fue poder ser uno de los primeros
en medir la actividad eléctrica de un canal de iones y las desilusiones ya las
olvidé.
“Hace 511 años que, desde el puerto de Palos de la Frontera, un
visionario, después de un largo peregrinaje, se embarcó en tres pequeñas
carabelas a descubrir un nuevo mundo. Un peregrinaje que le valió los epítetos
de loco, de hereje y de ignorante. El mundo era plano después de todo. Sus
barcos frente al océano eran de papel y sin embargo llegaron a puerto y en una
de las hazañas más grandes de todos los tiempos, este Colón descubrió un nuevo
continente. La enseñanza que nos deja esta aventura es que no son los barcos ni
el tamaño del océano lo importante. Lo importante es lanzarse a la aventura,
sin aventura no hay descubrimiento y de loco me trataron cuando me volví a
Chile desde mi cómoda posición en los Estados Unidos y más loco aún que, cuando
todo estaba tranquilo, partí al sur de Chile a refundar un centro que hoy tiene
un pendón flameando en el centro de una ciudad cuyo nombre es Santa María la
Blanca de Valdivia. Sin embargo, parece que lo que a mí me interesa son las
batallas y hoy estoy tratando de crear un nuevo espacio para la ciencia en un puerto
de nuestro país que se llama Valparaíso y que es el espacio más mágico de
Chile.
“En cada una de estas aventuras he recuperado a mi patria. En el primer
caso reconstruyendo la escuela de biofísica que estaba desapareciendo cuando
volví a Chile el año 83 y en los otros dos demostrando que la descentralización
de la ciencia en mi Chile es posible.
“Este premio otorgado tan generosamente por mis hermanos mexicanos, que
me llena de alegría, me trae a la mente las palabras del maestro de maestros
don Santiago Ramón y Cajal, un gigante español de la neurociencia quien,
agradeciendo un homenaje que le hacía la Universidad de Madrid nos dice:
“Dándome este homenaje habéis demostrado más bondad que justicia. No soy
en realidad un sabio, sino un patriota; tengo más de obrero infatigable, que de
arquitecto calculador. La historia de mis méritos es muy sencilla: es la
vulgarísima historia de una voluntad indomable resuelta a triunfar a toda
costa”.
“Por último, al César lo que es del César. Durante todos estos años mi
mujer, María Elena y mis hijos Claudio y Pablo han tenido la paciencia de
soportarme. Para ellos todo mi amor y a ellos les dedico este premio”.
* Consejo Consultivo de Ciencias Presidencia de la República
** Dr. Ramón Latorre de la Cruz, Investigador chileno, fundador del Centro
Interdisciplinario de Neurociencias de Valparaíso, Universidad de Valparaíso,
Chile.