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CCC.-Artículo 2 del Dr. Antonio García-Bellido



Title: Xxxxxx

DR. WOLF LUIS MOCHAN BACKAL

CENTRO DE CIENCIAS FISICAS

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

Presente

 

Me estoy permitiendo hacerle llegar un segundo artículo escrito por el Dr. Antonio García-Bellido, Premio México de Ciencia y Tecnología 2006, publicado el día de hoy, en la sección Opinión del periódico La Crónica de Hoy.

 

Aprovecho la ocasión para enviarle un cordial saludo.

 

Atentamente,

 

Luz Elena Cabrera Cuarón

Secretaria Ejecutiva Adjunta

 

Consejo Consultivo de Ciencias de la

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Por: Antonio García-Bellido | Opinión

Miércoles 12 de Noviembre de 2008 | Hora de publicación: 02:07

 

Regulación de genes de los seres vivos

 

En el texto que a este precede sobre el punto de inflexión complejo y diverso en los seres vivos, se habló de los organismos que pudieron vivir en condiciones extremas, reductoras primero y luego, con la aparición de la fotosíntesis el surgimiento de una gran diversidad de bacterias que pudieron poblar medios acuosos.

El siguiente nodo de complejidad evolutivo fue la aparición de los eucariontes, hace 2,000 millones de años, como resultado de la simbiosis o agregación de tres tipos de bacterias distintas.

Sus genomas contribuyeron al núcleo, a las mitocondrias y a los plástidos, integrados en una sola célula. Poco después, la asociación de células eucariotas en conjuntos constituyó organismos multicelulares, ya presente en fósiles de hace 1,000 millones de años.

El nodo de multicelularidad se diversificó dando lugar a los ancestros de todos los grupos animales y vegetales actuales. Estos eran marinos primero, pero desde hace 400 millones de años invaden la Tierra. De esta diversificación surgen los cordados hace 500 millones de años, los vertebrados entre ellos poco después y los mamíferos luego, hace 250 millones de años.

El ritmo de esta diversificación ha sido en algunos casos rapidísimo. En un periodo de tiempo muy corto, en la llamada explosión del Cámbrico entre 560 y 530 millones de años aparecen en rápida sucesión los ancestros de todos los phyla actuales incluidos los cordados.

En corto tiempo, hace 40 millones de años surgen, de ancestros terrestres semejantes a vacas, perros y ratones, las ballenas y las focas que pueblan el mar y los murciélagos que cruzan el aire.

La respuesta a la pregunta de la rapidez de la evolución nos la están empezando a dar estudios comparativos de las secuencias de los nucleótidos en los genes, por un lado, y el saber cómo estos genes determinan la generación de morfologías, por otro.

Estamos empezando a no sorprendernos cuando la secuenciación de nucleótidos de un gen encontrado en un organismo revela una gran homología, con la de genes de otros organismos, especialmente en fragmentos de ácido desoxirribonucleico (DNA, por sus siglas en inglés) que codifican para dominios funcionales de una proteína.

Más aún, el gen homólogo normal de una especie transferido experimentalmente a un organismo mutante de otra corrige la insuficiencia causada por la mutación. Estas homologías entre genes se extienden del hombre a la mosca y la levadura; y más raramente a plantas y a bacterias.

La conservación de los genes a lo largo de la evolución ha hecho cambiar nuestra noción de complejidad, aparentemente grande si comparamos las morfologías y fisiologías de organismos distintos por la de meros cambios en diversidad.

Añadamos a esto que el número de genes de los organismos no ha aumentado sustancialmente a lo largo de la evolución. Es del orden de 5 mil genes en bacterias, de 10 a 11 mil en levaduras, nematodos y moscas y de unos 60 a 100 mil en mamíferos.

En este aumento del número de genes han contribuido combinaciones quiméricas de genes y frecuentes duplicaciones dando lugar a familias de ellos, con funciones análogas.

Entonces ¿cómo se explica la diversidad morfológica observable si está determinada por los mismos genes conservados? La respuesta a esta pregunta nos está llegando de la comprensión de quiénes son esos genes y qué hacen durante el desarrollo.

Los genes de las enzimas del metabolismo secundario, asociados a la conversión de energía, fotosíntesis u óxido-reducción y a la síntesis de proteínas, surgieron y fueron optimizados ya en procariontes. Los animales y plantas los han heredado intactos.

Con la aparición de los eucariontes y más en particular de los
organismos multicelulares surge el problema de cómo conseguir que las células de un organismo difieran unas de otras para constituir los tejidos y órganos distintos. Los tipos celulares están asociados a posiciones distintas en el organismo y con ello difieren en su origen embrionario. Sus diferencias resultan de expresar conjuntos o combinaciones de genes distintos.

La base de esta diversidad discontinua consiste en que productos de algunos genes pueden regular, esto es activar o reprimir, la expresión de otros genes. Esta regulación se hace por sus productos proteicos reconociendo regiones del DNA inmediatamente adyacentes a la región que codifica para la proteína a ser expresada. Esta región del gen es grande y puede contener varias secuencias de DNA, en diferentes combinaciones, que reconocen proteínas de diferentes genes reguladores. Hoy día estamos descubriendo que una fracción muy alta de genes del genoma de vertebrados, quizás el 40% son reguladores de otros.

Otra fracción alta de genes codifica para ligandos y receptores activos en la comunicación intercelular y la transducción de señales dentro de la célula y queda sólo un 10% a un 15% de genes para llevar a cabo funciones de metabolismo y división celular, esto es, genes de mantenimiento, que hemos heredado intactos de los eucariontes primigenios y aún de los procariontes. La fuente de variación evolutiva no está pues en la región codificante de los genes, sino en su región reguladora.

Es la combinación de sus secuencias de reconocimiento la que permitirá al gen ser expresado en este o en otro linaje celular, al comienzo o más tarde en el desarrollo. Así genes reguladores tienen jerárquicamente debajo grupos de genes regulados, constituyendo su correspondiente equipo o sintagma y empezamos a descubrir que estos “sintagmata” de regulación entre genes, basados en reconocimiento molecular, también pueden estar conservados.

¿Cómo surgen, pues, morfologías tan diversas? Pues resulta que los procesos de generar morfologías, también están conservados. Los genes que especifican territorios de células como segmentos en insectos (llamados homeóticos) son los mismos que lo hacen en crustáceos, cercanos filogenéticamente, pero también especifican neurómeros y somites distintos en vertebrados.

Estos genes están haciendo lo mismo, definiendo regiones morfológicas, ordenadas en el espacio en organismos más separados filogenéticamente. Sabemos por comparación de secuencia de DNA que estaban presentes en los ancestros de los deutorostomia (vertebrados) y protostomia (insectos), antes del Cámbrico. Igualmente antiguos son aquellos genes que especifican regiones dorsales y ventrales en el embrión, o que determinan la formación de ojos, o de corazón, de células nerviosas y musculares y un largo etcétera.

Todos estos procesos morfogenéticos y de diferenciación de histotipos aparecen conservados desde antes de la explosión del Cámbrico.

La explosión del Cámbrico o las subsiguientes a otras tantas extinciones, donde los supervivientes ocupan nuevos nichos ecológicos y lo hacen en corto periodo de tiempo, refleja gran versatilidad genética a la hora de crearse la diversidad. Pero esta rapidez sugiere que una fracción importante de esa creación de novedad resulta de proposiciones genéticas de las especies en radiaciones evolutivas más que a su adaptación al mundo externo.

La constancia generativa de las especies parece venir definida por la necesaria funcionalidad generativa interna más que por el resultado morfológico concreto al que dé éste lugar. Los cambios son de modulación en procesos de desarrollo, que estamos empezando a comprobar que están conservados. Así pues, consisten en nuevas combinatorias de otros preexistentes.

En el dualismo de un mundo cambiante externo seleccionando la variación mutacional interna debemos cuestionar hasta qué punto lo que llamamos adaptación no es sino un antropocentrismo panglossiano para encubrir la simple constatación que la especie existe y que continúa procreándose convenientemente.


*Premio México de Ciencia y Tecnología 2006, Doctor Vinculado Ad Honorem del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid, España

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