DR. WOLF LUIS MOCHAN
BACKAL
CENTRO DE CIENCIAS
FISICAS
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE
MEXICO
Presente
Me estoy permitiendo hacerle llegar el artículo
escrito por nuestro consejero, Dr. Ricardo Tapia, titulado “La ciencia,
el Vaticano y las leyes”, publicado el día de hoy en la sección Opinión del periódico La Crónica
de Hoy.
Aprovecho la ocasión para enviarle un cordial saludo.
Atentamente,
Lic. Luz Elena Cabrera C.
Secretaria Ejecutiva Adjunta
Consejo Consultivo de
Ciencias de la
Presidencia de la República (CCC)
San Francisco No. 1626-305
Col. Del Valle
Delegación Benito Juárez
03100 México, D.F.
Teléfonos
(52 55) 5524-4558,
5524-9009 y 5534-2112
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Ricardo Tapia* | Opinión
Miércoles 14 de Enero,
2009 | Hora de modificación: 05:08
La ciencia, el Vaticano y las leyes
El
más notable descubrimiento hecho por los científicos es la ciencia misma. La
importancia de este descubrimiento debe ser comparada con la invención de las
pinturas rupestres y del lenguaje escrito. Como estas creaciones tempranas de
la humanidad, la ciencia es un intento para controlar nuestro medio ambiente,
penetrándolo y entendiéndolo desde dentro. Y al igual que estas creaciones, sin
duda la ciencia ha dado un paso crítico en el desarrollo humano que ya no puede
ser revertido. No podemos concebir una sociedad futura sin la ciencia”.
Estas
palabras las escribió en septiembre de 1958 el gran científico y filósofo de la ciencia Jacob Bronowski
—autor, entre muchas otras obras, del extraordinario libro El ascenso del hombre—, y no cabe
duda que el progreso en el conocimiento científico en estos últimos 50 años le
ha dado la
razón. Independientemente de los innumerables beneficios que
se han generado gracias a la ciencia —en la salud, la longevidad, los
múltiples adelantos tecnológicos, las telecomunicaciones, el transporte,
etc.—, la sociedad del siglo XXI será necesariamente la sociedad del
conocimiento, entendido como un bien común. Desde le educación primaria y la
visión del mundo de los niños, hasta los procesos legislativos y judiciales, la
sociedad no puede sostenerse y desarrollarse sanamente sin el concurso del
conocimiento que aporta la investigación científica. ¿Cómo se puede educar
adecuadamente a los niños y a los adolescentes sin enseñarles no sólo la
información, sino, más importante aún, sin estimular y motivar la capacidad de
pensar y analizar los temas y las situaciones en términos analíticos y
críticos, y no por obediencia y sometimiento a una autoridad? ¿Cómo puede un
joven integrarse productivamente a la sociedad si está ajeno al conocimiento
que ha generado el progreso de la humanidad, en un mundo globalizado en el que
cada día aprendemos más sobre nuestro planeta y sobre la naturaleza biológica
de la especie humana? ¿Cómo puede un legislador opinar y legislar sobre la
reproducción asistida humana, la genética, la eutanasia, el suicidio asistido,
el aborto, los cuidados paliativos, el manejo de las fuentes de energía, el
medio ambiente, el cambio climático, el trato a los enfermos infectados, el
trasplante de órganos, la identificación por medio del análisis del ADN, las
drogas y la adicción, si no conoce ni lo más elemental de los mecanismos
biológicos y físicos que determinan tal o cual comportamiento?
Por
eso es que provocan gran desconcierto y rechazo entre los científicos los
argumentos pseudocientíficos, que sólo sirven para disfrazar creencias
religiosas, basadas en la autoridad de los líderes religiosos (en México,
fundamentalmente la Iglesia
católica y por supuesto el Vaticano). Este es el tipo de argumentos que en los
últimos años muchos legisladores, particularmente del PAN, usan para proponer
leyes prohibitivas de cuanto asunto les parece peligroso o atentatorio contra
sus creencias. Esto quedó de manifiesto muy claramente en el último año en el
caso de la ley que despenaliza el aborto en el Distrito Federal, como he
expuesto recientemente en estas mismas páginas (La Crónica, 10 y 17 de
septiembre de 2008). Pero lo que me parece muy grave es que, lejos de aceptar
las razones que llevaron a la
Suprema Corte de Justicia de la Nación a dictaminar
que tal despenalización es constitucional, tal parece que la Iglesia y los legisladores
panistas se han propuesto evitar que esta ley sea promulgada en otros estados
de la República,
y además insisten en prohibir la investigación científica con células embrionarias
humanas. ¿Por qué afirmo esto? Por las dos recientes iniciativas de ley
propuestas por legisladores panistas. La primera se refiere nada menos que a
modificar el artículo primero de la Constitución, al cual se quiere agregar la frase
“desde el momento de su concepción”, para que quede: “En los
Estados Unidos Mexicanos todo individuo, desde el momento de su concepción,
gozará de las garantías que otorga esta Constitución, las cuales no podrán
restringirse ni suspenderse sino en los casos y en las condiciones que ella
misma establece”.
La
segunda iniciativa, también del PAN, propone modificar la Ley General de Salud
para prohibir “cualquier tipo y forma de clonación humana”,
incluyendo la clonación terapéutica, cuyo fin no es generar un organismo humano
sino usar las células troncales embrionarias humanas para investigación, con
objeto de tratar numerosas enfermedades degenerativas hasta ahora incurables.
Curiosamente, como lo reconoce la diputada proponente, esta propuesta es
prácticamente idéntica a otra, propuesta por diputados panistas en julio de
2004, inclusive con el mismo texto de “Exposición de motivos”, la
cual afortunadamente no fue aprobada. Es decir, la diputada ni siquiera se
preocupó por actualizar la exposición, a pesar de que en ella se mencionan
legislaciones de otros países que en estos cuatro años han cambiado
considerablemente.
En
ambas propuestas se utilizan argumentos pseudocientíficos, curiosamente muy
parecidos a los que el PAN y la
Iglesia expusieron para que no se aprobara la despenalización
del aborto. El argumento central es que el óvulo fecundado tiene vida humana y
es ya un individuo con todos los derechos de una persona. Como evidencia de que
estas propuestas panistas están basadas en los dictados del Vaticano, véase el
documento promulgado el 12 de diciembre de 2008, aprobado expresamente por el
Papa Benedicto XVI titulado Sintesi dell’ istruzione “Dignitas
personae” su alcuna questioni de bioetica a cura della congregazione per
la doctrina della fede. En la primera parte de este documento, publicado en 7
idiomas (italiano, francés, inglés, alemán, español, portugués y polaco, que
puede verse en
http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/23039.php?index=23039&lang=en#SINTESI%20IN%20LINGUA%20INGLESE),
se establece un “principio fundamental” que dice, a la letra:
“El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el
instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben
reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de
todo ser humano inocente a la vida”. Este y otros argumentos fueron
repetidamente rebatidos en varios foros y seminarios, organizados y/o
impartidos por la
Academia Mexicana de Ciencias, el Foro Consultivo Científico
y Tecnológico (FCCyT) y el Colegio de Bioética, A.C., tres de ellos realizados
ante las Comisiones de Ciencia y Tecnología y de Salud de las Cámaras de
Diputados y de Senadores, así como ante la Suprema Corte de
Justicia de la Nación,
y las presentaciones fueron publicadas en varias revistas y en internet. Además
el FCCyT, conjuntamente con la Comisión de Ciencia y Tecnología de la LIX de la Cámara de Diputados,
publicó las memorias en extenso de uno de estos seminarios, en noviembre de
2006.
Por
todo lo anterior, concluyo que los legisladores panistas, con estas dos
iniciativas, lo que pretenden es: 1) atacar la despenalización del aborto en el
Distrito Federal avalada recientemente por la Suprema Corte de
Justicia de la Nación;
2) impedir que esta despenalización se extienda a otros estados de la República; y 3)
prohibir la investigación con células troncales humanas con fines terapéuticos
y quizá hasta la fertilización in vitro
y otros métodos de reproducción asistida. Esto es inaceptable en un país laico
como México, por lo que los legisladores deberían consultar, como lo hicieron
los diputados de la anterior legislatura, con la Academia Mexicana
de Ciencias, el Consejo Consultivo de Ciencias y otras sociedades académicas y
científicas, antes de aprobar propuestas de ley que sin duda atentan contra la
laicidad, lesionan la autonomía personal y limitan arbitrariamente la libertad
de investigación.
*Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República (CCC)
*Investigador Emérito, Instituto de Fisiología Celular, UNAM
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