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CCC.-Discurso Premio México 2009



Title: Xxxxxx

DR. WOLF LUIS MOCHAN BACKAL

INSTITUTO DE CIENCIAS FISICAS

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

Presente

 

 

Adjunto al presente mensaje me permito hacerle llegar el discurso del galardonado con el Premio México de Ciencia y Tecnología 2009, titulado, “Premio México, el premio Cervantes de la ciencia”, publicado el día de hoy en la sección Opinión del periódico La Crónica de Hoy.

 

Aprovecho la ocasión para mandarle un cordial saludo.

 

 

Atentamente,

 

Dr. Rigoberto Aranda Reyes

Secretario de Comunicación

 

Consejo Consultivo de Ciencias de la

Presidencia de la República (CCC)

San Francisco No. 1626-305

Col. Del Valle

Delegación Benito Juárez

03100 México, D.F.

Teléfonos

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Miguel Ángel Alario y Franco |Opinión Miércoles 19 de Enero, 2011

 

 

 

 

 

 

Premio México, el premio Cervantes de la ciencia

 

 

 

El conseguir una distinción de la categoría del Premio México de Ciencia y Tecnología, que ya se ha afianzado como el premio científico iberoamericano por antonomasia y que tras 20 años de existencia se considera como el premio Cervantes de las ciencias, es un grande honor; honor que no obstante engendra una serie de deudas.

Y esto puede resultar chocante a primera vista, porque el Premio México de Ciencia y Tecnología va acompañado de una importante dotación económica. Pero genera deudas, muchas y grandes deudas con diferentes instituciones y más aún, con diferentes personas.

Como instituciones, claro está, hay que citar muy en primer lugar a la Presidencia de la República Mexicana que le instituyó y al Consejo Consultivo de Ciencias que lo otorga. Pero quizá más notorias, más queridas, más justificadas, son las deudas con las personas que a lo largo de 66 años y hasta el día de hoy han allanado el camino y me han permitido escalar semejante montaña.

Desde mis padres, Ángel, maestro nacional, que fue capaz de enseñarme a leer a los tres años, y Carmen, madre ejemplar en tiempos de posguerra civil, hasta el último de mis estudiantes, ya doctorados, por cierto, uno mexicano, pasando por los más de cien científicos que a mi grupo de investigación han ido, a formarse o ya formados, a participar en nuestros trabajos y en nuestros laboratorios. A todos y a cada uno de ellos debo un poco de esos generosos pesos y sobre todo, un poco de lo que sé y he intentado transmitir.

Permítanme testimoniar en dos de ellos esa deuda de gratitud. María Elena Villafuerte, entre los mexicanos, y Emilio Morán, entre los españoles. Permítanme también, que agradezca a la doctora Maestro Marisa, mi mujer, su apoyo constante en estos últimos años. Otro poco de lo que sé se lo debo a mis profesores, unos en España, otros fuera de ella. En los varios laboratorios en los que he sido acogido y en los que mucho he aprendido.

Pero a México también le debo. A México le debemos todos los españoles la adopción en los años cuarenta de la mayor parte del exilio español. Si aquello fue bueno para México, fue maravilloso, fue la salvación para esos españoles; muchos de los mejores que tuvieron que dejar la patria, algunos para nunca volver a verla. Descendientes de éstos, también nos acompañan aquí y ahora.

Y personalmente a México le debo su acogida calurosa en sentido metafórico y también en sentido literal, en realidad. Le debo el afecto de colegas y compañeros que por más de quince años, desde los tiempos de la Cátedra América del Instituto de España, en la UNAM, han compartido conmigo interesantes momentos e interesantes trabajos. Por eso, me permito recordar ahora el dicho francés de que todo el mundo tiene una segunda patria, y generalmente es Francia. Bueno, en mi caso, la segunda patria es México.

A lo largo de mi vida he seguido un lema y he tenido una divisa. El lema es de Virgilio, dichosos aquellos que entienden la causa de las cosas. Y en cuanto al lema, recoge las cuatro columnas que requiere la creación de una escuela científica, que es lo que en realidad me ha traído hasta aquí. Esos cuatro pilares son: saber, saber hacer, hacer y hacer saber.

Éste ha sido mi lema y gracias a las personas que acabo de mencionar he podido ir navegando partiendo casi de cero en la España, en los difíciles años sesenta y setenta. En esa España en la que la investigación realmente era casi inexistente para ir haciendo realidad hasta llegar a esta cumbre.

La consecución del Premio México es para mí un gran vértice y desde él trataré de vislumbrar un poco más de horizonte para que no se oponga la meta, sino un hermoso alto en el camino.

Para terminar, un premio científico sólo debe ser como una extensión de la pértiga que nos haga volar más alto. Que como decía Newton, algo que nos permita ver más allá.

Para terminar, diré que ninguna frase podría expresar mejor mi estado de ánimo en estos momentos. Estado de ánimo emocional, como habrán visto ustedes, que aquella frase que nos dice Cervantes: Una de las cosas que más debe dar contento a un hombre es verse viviendo, andar con buen nombre por las lenguas de las gentes impreso y en estampa. Parafraseando a Alejo Carpentier al recibir el Premio Cervantes en 1977, yo diría: Viviendo estoy, a la vista está; impreso y en estampa fui, buen nombre tuve; pero acaso, gracias al Premio México, mucho mejor lo tenga ahora.

Muchas gracias.

 

Discurso del doctor Miguel Ángel Alario y Franco al recibir el Premio México de Ciencia y Tecnología 2009. Residencia oficial de Los Pinos, 14 de enero de 2011

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