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CCC.-Discurso Premio México 2010



Title: Xxxxxx

DR. WOLF LUIS MOCHAN BACKAL

INSTITUTO DE CIENCIAS FISICAS

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

Presente

 

 

Adjunto al presente mensaje me permito hacerle llegar el discurso del galardonado con el Premio México de Ciencia y Tecnología 2010, titulado, “El Premio México, a las Ciencias Sociales”, publicado el día de hoy en la sección Opinión del periódico La Crónica de Hoy.

 

Aprovecho la ocasión para mandarle un cordial saludo.

 

 

Atentamente,

 

Dr. Rigoberto Aranda Reyes

Secretario de Comunicación

 

Consejo Consultivo de Ciencias de la

Presidencia de la República (CCC)

San Francisco No. 1626-305

Col. Del Valle

Delegación Benito Juárez

03100 México, D.F.

Teléfonos

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Boaventura de Sousa Santos*| Miércoles 26 de Enero, 2011 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Premio México, a las Ciencias Sociales

 

 

Es para mí un honor muy especial recibir este premio. En primer lugar, por ser la primera vez que el Premio México de Ciencia y Tecnología es atribuido a un científico social. En ese sentido, lo más importante para mí es que se haya reconocido la importancia y la validez epistemológica de este vasto campo de saber, particularmente importante en un contexto donde tantos cambios están convulsionando los saberes, las prácticas sociales, las instituciones, los derechos humanos, los regímenes democráticos.

Importante también, porque vivimos un tiempo de transición paradigmática en que la dicotomía rígida entre las ciencias naturales y ciencias sociales ya no vale, y da lugar a constelaciones de saberes donde se combinan de manera transdisciplinaria conocimientos de diferentes disciplinas científicas, así como conocimientos no científicos, nacidos de la experiencia de los pueblos en sus luchas. El ejemplo más contundente es quizás la cuestión ambiental.

La conferencia intergubernamental sobre el cambio climático, realizada hace poco en Cancún, ha mostrado que los retos que nosotros enfrentamos nos obligan a ir más allá de las disciplinas y de las soluciones técnicas que nos ofrecen. Estos retos implican una dimensión de cambio civilizatorio y suponen una traducción intercultural, tanto entre saberes como entre prácticas sociales y sus agentes.

Es también significativo que dado el pluralismo interno de las ciencias sociales en general y de las ciencias en general, por supuesto, haya sido premiado el tipo de ciencia social crítica que busco realizar desde hace cuarenta años.

Una ciencia social, objetiva, pero no neutra; una ciencia social comprometida con las luchas de los oprimidos y discriminados con el fortalecimiento de la democracia de alta intensidad y de los derechos humanos con la utopía de un futuro postcapitalista, postcolonial con un horizonte de emancipación. En suma, solidaria y comprometida con la idea de que otro mundo no sólo es deseable, sino también posible.

En segundo lugar, es un honor recibir el Premio México que pertenece, por igual, a los colegas y amigos mexicanos con quienes aprendí tanto y con quienes compartí tanta labor científica y lucha social. Sería imposible nombrarlos a todos, pero no puedo olvidar a Pablo González Casanova; Rodolfo Stavenhagen aquí presente; Enrique Dussel; Héctor Díaz-Polanco; Néstor García Canclini, aquí presente; Ana Esther Ceceña, Enrique Leff; Raquel Sosa; Aida Hernández; Carlos Lenkersdorf, recientemente fallecido; Antonio García de León; Bolívar Echeverría que se fue también; Armando Bartra; Carlos Monsiváis; Gustavo Esteva; Xóchitl Leyva Solano; Hugo Zemélman; José Gandarilla Salgado y tantos otros.

A pesar de nuestra gran diversidad de opiniones, hemos convergido en la lucha por una sociedad más justa, más libre, más intercultural, en suma, más democrática. Pero, y ésta es la tercera razón del honor de recibir este premio, el conocimiento que construimos se alimenta de la sabiduría de los pueblos y de sus luchas. Sean ellos campesinos, obreros, indígenas, mujeres, estudiantes, desempleados, jóvenes víctimas de la violencia del narcotráfico y migrantes humillados.

Lo aprendí muy temprano, cuando, en 1970, viví en una favela de Río de Janeiro, para hacer mi doctorado en la Universidad de Yale. Lo aprendí, poco después, en el proyecto de educación popular dirigido por Iván Illich, en Cuernavaca. He compartido con exiliados, de Brasil y Chile, en un contexto del que México es tan justamente orgulloso: el de dar acogida a todos los exiliados de las dictaduras del Siglo XX de Europa y de América Latina. Lo aprendí, más tarde, en mi solidaridad de la lucha con los pueblos originarios de todo el Continente. Y en México, con la lucha de los indígenas y zapatistas de Chiapas, los indígenas y pobladores de Oaxaca. Y finalmente, lo estoy aprendiendo con los jóvenes, hombres y mujeres contra la violencia del narcotráfico, que asfixia al país, sobre todo en el norte.

Sus opiniones y estrategias de lucha pueden divergir de las oficiales, pero convergen en el mismo objetivo que el señor Presidente formuló en su mensaje de año nuevo, y cito: “Vamos a derrotar a los criminales, para construir, finalmente, un México de paz, seguro, donde nadie esté al margen de la ley y donde nadie viva con temor”. Fin de cita.

Nosotros, los científicos sociales comprometidos con nuestras sociedades y sus luchas, no podríamos estar más de acuerdo, si por paz se entiende la paz justa; por seguridad, una seguridad no represiva y construida a partir del bienestar de las comunidades; y por ley, una ley que sea igual para todos, bajo los principios fundamentales de la Constitución, respetada por todos, y muy particularmente, por los tribunales independientes, que son sus guardianes máximos.

 

En fin, un prolongado camino por recorrer.

 

Por todo, muchas gracias.

 

*Premio México de Ciencia y Tecnología 2010

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