DR.
WOLF LUIS MOCHAN BACKAL INSTITUTO
DE CIENCIAS FISICAS UNIVERSIDAD
NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO Presente Adjunto
al presente mensaje me permito hacerle llegar el artículo escrito por el
Consejero, Dr. Adolfo Martínez Palomo, titulado, “La investigación
para la salud sí es rentable”, publicado el día de hoy en la sección
Opinión del periódico La Crónica de Hoy. Aprovecho
la ocasión para mandarle un cordial saludo. Atentamente, Dr.
Rigoberto Aranda Reyes Secretario
de Comunicación Consejo
Consultivo de Ciencias de la Presidencia
de la República (CCC) San
Francisco No. 1626-305 Col.
Del Valle Delegación
Benito Juárez 03100
México, D.F. Teléfonos (52
55) 5524-4558, 5524-9009 y 5534-2112 La investigación para la salud sí es rentable Desde sus inicios en 1864,
cuando fue instalada la Sección Médica de la Comisión Científica, Literaria y
Artística de México, la promoción de la investigación ha sido tarea fundamental
de la Academia Nacional de Medicina. Poca ciencia habría entonces, cuando
resonaban aún la palabras de Montaigne, en sus Ensayos: (La medicina): “la ciencia
más importante que se practica entre nosotros, responsable de nuestra salud y
conservación, es, lamentablemente, la más incierta, la más dudosa y a la que
agitan mayores cambios”. Gracias a la investigación, la
actividad médica en el mundo es cada vez más científica. En nuestro país, en
casi un siglo y medio de existencia de esta Academia, no ha habido asunto
médico de importancia que no haya recibido el beneficio del análisis científico
por parte de sus miembros. En la Academia Nacional de Medicina la investigación en salud no está restringida a las ciencias biomédicas y la investigación clínica. Igual importancia se concede a la investigación en los servicios de salud, la economía de la salud o la ciencia política. Y es que, como sabemos, las condiciones globales de salud están condicionadas no sólo por factores biológicos externos y por determinantes genéticos, sino, sobre todo, por los llamados determinantes sociales de la salud. Estos incluyen, entre otros, la educación, la falta de acceso a los servicios de salud, la pobreza, la desigualdad social, las condiciones inadecuadas de trabajo, vivienda y nutrición, el desempleo, las influencias negativas en la infancia, la drogadicción y la falta de apoyo social. Temas todos sujetos al análisis científico. De las áreas de la ciencia y la
tecnología cultivadas en nuestro país, la investigación médica no sólo es la de
mayor tradición, sino también una de las más productivas. A lo largo de más de
medio siglo, los Institutos Nacionales de Salud han representado la avanzada de
la medicina mexicana, por la estrecha relación entre la responsabilidad de la
atención médica, y la disciplina, el rigor y la generación de conocimiento
nuevo al que están obligados los institutos. A su trascendente labor se han
sumado las espléndidas realizaciones científicas del Instituto Mexicano del
Seguro Social (IMSS) y de diversas instituciones públicas de educación
superior, entre las que destaca la Universidad Nacional Autónoma de México y el
Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico
Nacional. Si en nuestro país, al tiempo que
aumenta la esperanza de vida, el perfil epidemiológico de las condiciones de
salud cambia drásticamente, ello se debe en buena parte a la aplicación de
conocimiento derivado de la investigación. Los ejemplos abundan. Basta
recordar cómo, en pocas décadas, las enfermedades parasitarias han dejado de
aparecer en la lista de las principales causas de muerte y enfermedad. Es evidente que, en la medida en
la que la ciencia florece en instituciones médicas del sector público, de la
seguridad social, o inclusive del sector privado, la calidad de la atención
médica mejora, y también lo es que las decisiones de las políticas de la salud
resultan adecuadas cuando se basan en fundamentos científicos sólidos. Si pensamos en el futuro, graves
problemas de salud con elevados costos sociales y económicos, como la
drogadicción y la obesidad, pueden tener solución en avances científicos. A
pesar de ello, la utilidad social de la investigación en salud sigue siendo tema
de debate. En estos tiempos de crisis económica global, la inversión en la
investigación científica y, en particular, la relacionada con la salud, tiende
a ser considerada por los gobiernos como poco redituable y, en consecuencia, es
motivo de recortes. España y Francia son ejemplos de estas medidas
restrictivas. Ello ha obligado a varios países a realizar estudios orientados
a determinar si la investigación médica es o no rentable. Así, la Academia de Ciencias
Médicas del Reino Unido realizó un estudio reciente para determinar los
rendimientos económicos de la investigación médica, tomando en cuenta dos
elementos: las ganancias netas en los costos de la atención a la salud
resultantes de la investigación y las ganancias en términos del Producto Interno
Bruto. Los indicadores económicos mostraron que en la Gran Bretaña los
beneficios de la investigación en enfermedades cardiovasculares proporcionan
una ganancia de 39% en relación a lo invertido en esa actividad. Una cifra
semejante fue encontrada para la investigación en salud mental. A su vez, la Sociedad Australiana
para la Investigación Médica encontró que, en promedio, por cada dólar
invertido en la investigación en salud, se obtienen beneficios de 2.12 dólares,
con un mínimo de 0.5 y un máximo de 6 dólares. Al comparar en Australia los
rendimientos de varios sectores, el desempeño de la investigación en salud fue
calificado de excepcional: sus rendimientos resultaron superiores a los del
mercado, a los de los sectores manufacturero y agrícola, y sólo fueron
inferiores a los de la minería y los sectores comerciales de mayoreo y menudeo. La Academia Canadiense de
Ciencias de la Salud realizó en 2009, en un documento titulado “Logrando
hacer impacto” (“Making an impact”), un cuidadoso estudio
para definir el marco general y los indicadores que deberán ser tomados en
cuenta al estimar los rendimientos de la investigación. Su lacónica conclusión
es “en tiempos de incertidumbre económica el conocimiento para la
promoción eficiente y efectiva de la investigación y el desarrollo en salud
puede proporcionar a Canadá una ventaja significativa. Un análisis semejante,
adoptado a la realidad española, es el análisis publicado ese mismo año por el
Departamento de Salud de la Generalitat de Cataluña llamado: “¿Es la
investigación biomédica una buena inversión social? La evaluación del impacto
social de la investigación médica”. Buenos ejemplos para nosotros,
justamente cuando se ha puesto en duda la utilidad de la investigación en las
principales instituciones médicas de México: tanto en el IMSS, al intentar
darle un sesgo utilitario, casi comercial, a la investigación, como en los
Institutos Nacionales de Salud, al considerar la posibilidad de eliminar los
estímulos que reciben los investigadores de acuerdo con su productividad
académica. La Academia Nacional de Medicina
ha considerado a lo largo de su historia a la actividad científica como
fundamental para el avance de la atención a la salud. Por ello, consideramos
que los estudios mencionados sobre la rentabilidad de la investigación para la
salud deben ser argumento no sólo para frenar los intentos por reducir los
apoyos públicos a la investigación, sino, por el contrario, deben servir para
fortalecerlos. En conclusión, recordamos las
invaluables realizaciones de la ciencia y la tecnología en beneficio de la
salud, la mayoría de ellas, labor de miembros de la Academia Nacional de
Medicina. Pedimos también acrecentar el apoyo a esta actividad. Pero al mismo
tiempo debemos, como investigadores, aceptar la responsabilidad de justificar
la promoción de la investigación en salud como una actividad rentable,
basándonos no sólo en consideraciones sociales, sino también en argumentos
económicos sólidos. Ex-presidente de la Academia
Nacional de Medicina, integrante del CCC. |