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CCC.Artículo de la Dra. Josefina Z. Vázquez Vera



Title: Xxxxxx

DR. WOLF LUIS MOCHAN BACKAL

INSTITUTO DE CIENCIAS FISICAS

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

Presente

 

Adjunto al presente mensaje me permito hacerle llegar el artículo escrito por la Consejera, Dra. Josefina Zoraida Vázquez Vera, titulado, “Una nueva desilusión educativa”, publicado el día de hoy en la sección Opinión del periódico La Crónica de Hoy.

 

Aprovecho la ocasión para mandarle un cordial saludo.

 

 

Atentamente,

 

Dr. Rigoberto Aranda Reyes

Secretario de Comunicación

 

Consejo Consultivo de Ciencias de la

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Una nueva desilusión educativa

 

 Tuve la suerte de asistir a escuelas oficiales en los años cuarenta, cuando la enseñanza estaba a cargo de maestras preparadas en la Normal de Lauro Aguirre: responsables, dedicadas y cumplidas. Es justo recordar que por entonces la población de México todavía no se había desbordado, era un país rural con apenas 20 millones de habitantes. La capital desconocía la contaminación, pues buena parte de la población se movía en tranvías eléctricos y muchas distancias se hacían caminando. Las dimensiones de la ciudad de México permitían un paso de vida tranquilo. Las escuelas no interrumpían clases ni siquiera en semana santa. La puntualidad y los periodos escolares eran cumplidos cabalmente. Como el magisterio era un verdadero apostolado, el certificado de 6° grado garantizaba sólidas bases de español, aritmética, historia, geografía y ciencias naturales y un civismo como práctica constante.

 

Después de la Segunda Guerra Mundial, el país entró en la explosión demográfica. Al hacerse cargo de la SEP, don Jaime Torres Bodet planteó en 1960 la necesidad de echar a andar un Plan de Once Años para multiplicar escuelas y maestros de educación básica, que permitieran atender a todos los niños mexicanos en edad escolar. El Banco de México hizo las proyecciones demográficas, que fueron rebasadas por el crecimiento real. No obstante, el Plan había obligado a la SEP a preparar maestros al vapor y admitir como tales a muchos con sólo la enseñanza primaria, con los consiguientes resultados.

 

Precisamente por entonces me inicié en el estudio de la historia de la educación en México, al incorporarme al Seminario de Historia Contemporánea de México que coordinaba don Daniel Cosío Villegas. El material que reuní lo aproveché para escribir el estudio Nacionalismo y Educación en México, con el que me doctoré en la UNAM y que fue publicado por mi institución en 1970. El libro me abrió la oportunidad de ser invitada a coordinar los libros de Ciencias Sociales para la Comisión Nacional del Libro de Texto Gratuito, una tarea a la que dediqué cinco años de mi vida profesional. El secretario de Educación Víctor Bravo Ahuja encargó a dos instituciones elaborar los textos, Español y Ciencias Sociales a El Colegio de México y Matemáticas y Ciencias Naturales al CINVESTAV del IPN, con asesores de otras instituciones de educación nacional, en especial de la UNAM y el INAH. Los libros que resultaron eran renovadores, empeñados a terminar con la memorización para enseñar a los alumnos a pensar y a investigar. Los libros se revisaron varias veces, pero al fin del sexenio, con el cambio de equipos que le hicieron cortes y pegotes, perdieron su coherencia. De todas formas estuvieron vigentes por dos décadas, hasta que las autoridades de la SEP se contagiaron del  “back to the basics” norteamericano en los años noventa.

 

Cumplido nuestro compromiso, los investigadores volvimos a nuestra vida profesional. A mí, esa experiencia me había familiarizado con la complejidad de la SEP, afectada del fenómeno presidencialista del sexenialismo y su gran costo, ya que interrumpía experiencias importantes, sin evaluarlas y corregirlas. Eso no lo mencionaban los libros de historia de la educación en México, por lo que me pareció pertinente fundar el Seminario de Historia de la Educación en El Colegio de México para dedicarnos a entender el largo proceso educativo del país. La experiencia también me legó la conciencia de la necesidad de que investigadores participaran en la reforma de los programas y supervisaran los textos, de manera que los conocimientos trasmitidos no fueran obsoletos. Por eso empecé a participar en la elaboración de textos de historia.

 

Ocasionalmente escribí sobre educación, pero mantuve interés en el tema y la política educativa, aunque sólo tangencialmente volví a acercarme en forma directa al asunto. Hacia mediados del año 2004, la directora general de Materias y Métodos Educativos, Elisa Bonilla, solicitó a la Academia Mexicana de la Historia presentar el nuevo programa de Historia para secundaria. El programa elaborado por el equipo encargado de la enseñanza de Historia y asesorado por un historiador profesional, era revolucionario: intentaba integrar la enseñanza de la historia de México a la Historia Universal, materia que se impartiría en un solo curso intensivo. A dos de los académicos nos entusiasmó el programa, pero el resto rechazó el proyecto, tanto por la integración como por quedar reducido a un año, a pesar de que resolvía un problema de concentración de maestros en una sola escuela y respondía a la globalización que vive el país y el mundo. Sin leer cuidadosamente el programa y sin considerar la diferencia entre nuestras experiencias infantiles y las de los niños  expuestos a tantos medios de comunicación, prevaleció la idea de que era indispensable mantener la separación de historia nacional e historia universal. El rechazo y el escándalo que provocó el nuevo programa hicieron que el subsecretario de Educación Básica, Lorenzo Gómez Morín, reuniera a los directores de los centros de investigación histórica y el Comité Mexicano de Ciencias Históricas para discutir el problema. En dicho comité  estuvieron representados en esas reuniones iniciales el Instituto de Investigaciones Históricas y  la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, El Colegio de México, el Instituto de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Universidad Pedagógica Nacional, el Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora, la Academia Mexicana de Ciencias, la Academia Mexicana de la Historia y el Comité Mexicano de Ciencias Históricas, después se incorporaron el CIESAS y  la Universidad Autónoma de Puebla, la Universidad Veracruzana, El Colegio de la Frontera Norte y  El Colegio de Michoacán.

 

En dos o tres reuniones, surgió la idea de formar una comisión interinstitucional formada por un representante de cada una de ellas que colaborara en la elaboración de los programas de Historia de México y de Historia Universal, vigilara su enseñanza y revisara los libros de texto. Las instituciones firmaron un contrato con la SEP y nombraron sus representantes, que en una reunión eligieron a los 6 miembros para constituir el Consejo que elaborarían los programas. Como obtuve el mayor número de votos, me tocó presidirlo de 2004 a 2009.

 

*Investigadora de El Colegio de México

 

e integrante del CCC.

 

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