DR.
WOLF LUIS MOCHAN BACKAL INSTITUTO
DE CIENCIAS FISICAS UNIVERSIDAD
NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO Presente Adjunto
al presente mensaje me permito hacerle llegar el artículo escrito por la
Consejera, Dra. Josefina Zoraida Vázquez Vera, titulado, “Una
nueva desilusión educativa”,
publicado el día de hoy en la sección Opinión del periódico La Crónica de Hoy. Aprovecho
la ocasión para mandarle un cordial saludo. Atentamente, Dr.
Rigoberto Aranda Reyes Secretario
de Comunicación Consejo
Consultivo de Ciencias de la Presidencia
de la República (CCC) San
Francisco No. 1626-305 Col.
Del Valle Delegación
Benito Juárez 03100
México, D.F. Teléfonos (52
55) 5524-4558, 5524-9009 y 5534-2112 Una nueva desilusión educativa Tuve
la suerte de asistir a escuelas oficiales en los años cuarenta, cuando la
enseñanza estaba a cargo de maestras preparadas en la Normal de Lauro Aguirre:
responsables, dedicadas y cumplidas. Es justo recordar que por entonces la
población de México todavía no se había desbordado, era un país rural con
apenas 20 millones de habitantes. La capital desconocía la contaminación, pues
buena parte de la población se movía en tranvías eléctricos y muchas distancias
se hacían caminando. Las dimensiones de la ciudad de México permitían un paso
de vida tranquilo. Las escuelas no interrumpían clases ni siquiera en semana
santa. La puntualidad y los periodos escolares eran cumplidos cabalmente. Como
el magisterio era un verdadero apostolado, el certificado de 6° grado
garantizaba sólidas bases de español, aritmética, historia, geografía y
ciencias naturales y un civismo como práctica constante. Después
de la Segunda Guerra Mundial, el país entró en la explosión demográfica. Al
hacerse cargo de la SEP, don Jaime Torres Bodet planteó en 1960 la necesidad de
echar a andar un Plan de Once Años para multiplicar escuelas y maestros de
educación básica, que permitieran atender a todos los niños mexicanos en edad
escolar. El Banco de México hizo las proyecciones demográficas, que fueron
rebasadas por el crecimiento real. No obstante, el Plan había obligado a la SEP
a preparar maestros al vapor y admitir como tales a muchos con sólo la
enseñanza primaria, con los consiguientes resultados. Precisamente
por entonces me inicié en el estudio de la historia de la educación en México,
al incorporarme al Seminario de Historia Contemporánea de México que coordinaba
don Daniel Cosío Villegas. El material que reuní lo aproveché para escribir el
estudio Nacionalismo y Educación en México, con el que me doctoré en la UNAM y
que fue publicado por mi institución en 1970. El libro me abrió la oportunidad
de ser invitada a coordinar los libros de Ciencias Sociales para la Comisión
Nacional del Libro de Texto Gratuito, una tarea a la que dediqué cinco años de
mi vida profesional. El secretario de Educación Víctor Bravo Ahuja encargó a
dos instituciones elaborar los textos, Español y Ciencias Sociales a El Colegio
de México y Matemáticas y Ciencias Naturales al CINVESTAV del IPN, con asesores
de otras instituciones de educación nacional, en especial de la UNAM y el INAH.
Los libros que resultaron eran renovadores, empeñados a terminar con la
memorización para enseñar a los alumnos a pensar y a investigar. Los libros se
revisaron varias veces, pero al fin del sexenio, con el cambio de equipos que
le hicieron cortes y pegotes, perdieron su coherencia. De todas formas
estuvieron vigentes por dos décadas, hasta que las autoridades de la SEP se
contagiaron del “back to the basics” norteamericano en los años
noventa. Cumplido
nuestro compromiso, los investigadores volvimos a nuestra vida profesional. A
mí, esa experiencia me había familiarizado con la complejidad de la SEP,
afectada del fenómeno presidencialista del sexenialismo y su gran costo, ya que
interrumpía experiencias importantes, sin evaluarlas y corregirlas. Eso no lo
mencionaban los libros de historia de la educación en México, por lo que me
pareció pertinente fundar el Seminario de Historia de la Educación en El
Colegio de México para dedicarnos a entender el largo proceso educativo del
país. La experiencia también me legó la conciencia de la necesidad de que
investigadores participaran en la reforma de los programas y supervisaran los
textos, de manera que los conocimientos trasmitidos no fueran obsoletos. Por
eso empecé a participar en la elaboración de textos de historia. Ocasionalmente
escribí sobre educación, pero mantuve interés en el tema y la política
educativa, aunque sólo tangencialmente volví a acercarme en forma directa al
asunto. Hacia mediados del año 2004, la directora general de Materias y Métodos
Educativos, Elisa Bonilla, solicitó a la Academia Mexicana de la Historia
presentar el nuevo programa de Historia para secundaria. El programa elaborado
por el equipo encargado de la enseñanza de Historia y asesorado por un
historiador profesional, era revolucionario: intentaba integrar la enseñanza de
la historia de México a la Historia Universal, materia que se impartiría en un
solo curso intensivo. A dos de los académicos nos entusiasmó el programa, pero
el resto rechazó el proyecto, tanto por la integración como por quedar reducido
a un año, a pesar de que resolvía un problema de concentración de maestros en
una sola escuela y respondía a la globalización que vive el país y el mundo.
Sin leer cuidadosamente el programa y sin considerar la diferencia entre
nuestras experiencias infantiles y las de los niños expuestos a tantos medios
de comunicación, prevaleció la idea de que era indispensable mantener la
separación de historia nacional e historia universal. El rechazo y el escándalo
que provocó el nuevo programa hicieron que el subsecretario de Educación
Básica, Lorenzo Gómez Morín, reuniera a los directores de los centros de
investigación histórica y el Comité Mexicano de Ciencias Históricas para
discutir el problema. En dicho comité estuvieron representados en esas
reuniones iniciales el Instituto de Investigaciones Históricas y la Facultad
de Filosofía y Letras de la UNAM, El Colegio de México, el Instituto de
Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, el Instituto Nacional de
Antropología e Historia, la Universidad Pedagógica Nacional, el Instituto de
Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora, la Academia Mexicana de Ciencias, la
Academia Mexicana de la Historia y el Comité Mexicano de Ciencias Históricas,
después se incorporaron el CIESAS y la Universidad Autónoma de Puebla, la
Universidad Veracruzana, El Colegio de la Frontera Norte y El Colegio de
Michoacán. En
dos o tres reuniones, surgió la idea de formar una comisión interinstitucional
formada por un representante de cada una de ellas que colaborara en la
elaboración de los programas de Historia de México y de Historia Universal,
vigilara su enseñanza y revisara los libros de texto. Las instituciones
firmaron un contrato con la SEP y nombraron sus representantes, que en una
reunión eligieron a los 6 miembros para constituir el Consejo que elaborarían
los programas. Como obtuve el mayor número de votos, me tocó presidirlo de 2004
a 2009. *Investigadora
de El Colegio de México e
integrante del CCC. consejo_consultivo_de_ciencias@xxxxxxxxxx |