DR.
WOLF LUIS MOCHAN BACKAL INSTITUTO
DE CIENCIAS FISICAS UNIVERSIDAD
NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO Presente Adjunto
al presente mensaje me permito hacerle llegar el artículo escrito por el
Consejero, Ing. José Antonio Ruiz de la Herrán, titulado, “Del
Universo ¿Cuánto nos falta por descubrir…?”, publicado el
día de hoy en la sección Opinión del periódico La Crónica de Hoy. Aprovecho
la ocasión para mandarle un cordial saludo. Atentamente, Dr.
Rigoberto Aranda Reyes Secretario
de Comunicación Consejo
Consultivo de Ciencias de la Presidencia
de la República (CCC) San
Francisco No. 1626-305 Col.
Del Valle Delegación
Benito Juárez 03100
México, D.F. Teléfonos (52
55) 5524-4558, 5524-9009 y 5534-2112 Del Universo ¿cuánto nos falta por descubrir...? Hace
ya 402 años, Galileo apuntó por primera vez su telescopio al cielo y desde
entonces la humanidad no ha dejado de descubrir, usando y aplicando el lenguaje
matemático -que es el de la naturaleza-, los misterios que ésta encierra,
misterios que se nos han ido revelando poco a poco, y de ahí la pregunta: ¿Cuánto
nos faltará aún por descubrir…? El
año 2009 fue el Año Internacional de la Astronomía, durante el cual se
realizaron multitud de celebraciones en honor a Galileo, quien abrió los
cielos, por decirlo así, al ser humano, asombrándonos con su inmensa
profundidad y mostrando cómo los cuerpos celestes, considerados perfectos por
los antiguos filósofos, en realidad están cubiertos de
“imperfecciones”, esto es, montañas y valles, como lo está nuestro
planeta. En
pocos días, Galileo con un telescopio por él construido hizo una serie de
descubrimientos que cambiaron radicalmente y para siempre la concepción que del
Universo se tenía: La Luna con sus “imperfecciones”, cráteres y
montañas, el Sol con sus manchas, Júpiter con cuatro satélites girando en torno
suyo, y descartó que la Tierra fuese el centro de giro de todo el universo. Al
mirar, por ejemplo, hacia la constelación de Orión, descubrió docenas de
estrellas antes jamás vistas, estrellas que forman parte de la Vía Láctea, que
ahora sabemos es la galaxia en que vivimos. Aquellos
descubrimientos ocurrieron tan sólo en un par de meses, de tal manera que, para
marzo de 1610, ya los había publicado en un pequeño librito, el Sidereus
Nuncius (El Mensajero Sideral), cuya revolucionaria información conmovió a
todas las comunidades científicas, filosóficas y teológicas que lo recibieron y
que a la larga, sería motivo de castigo para su autor, quien fue obligado
injustamente a abjurar de sus afirmaciones. A
partir de entonces, los descubrimientos astronómicos basados en la
instrumentación se han sucedido ininterrumpidamente y en forma cada vez más
rápida; el método experimental demostrado por Galileo resultó ser el fundamento
para confirmar los hallazgos de la ciencia y comprender la naturaleza; la
ciencia de medir permite a Kepler hallar las leyes que obedecen los planetas y
Newton sintetiza en la Ley de la Gravitación Universal los trabajos de quienes,
como Galileo y Kepler, prestaron sus hombros para que él pudiera ver más lejos. El
binomio Telescopio-Espectroscopio, éste último capaz de mostrarnos de qué están
hechas las estrellas, a principios del siglo XIX nos deja saber su composición,
aunque filósofos como Comte hubieran considerado la cosa imposible. Fraunhofer,
quien aplicara por vez primera el espectroscopio al Sol, construye el
telescopio más completo de su época y con él Bessel mide por primera vez la
distancia a una estrella; se construyen cada vez telescopios más potentes.
Herschel descubre Urano y mediante el cálculo se pronostica la existencia de
Neptuno, hallado poco tiempo después. Años
más tarde, la cámara fotográfica corona al binomio instrumental y hace posible
plasmar las imágenes que sin ella, solamente los astrónomos podían disfrutar.
Los telescopios siguen crece y crece y a fines de aquel siglo Alvan Clark
termina el telescopio refractor de Yerkes y éste queda para siempre como el
mayor telescopio refractor que se haya construido y que se construirá. Llega
el siglo veinte y con él la aviación, la radiocomunicación, la electrónica y
también cambios de raíz en los conceptos clásicos de la física y de la
astronomía, muchos de ellos apoyados en las nuevas generaciones de grandes
telescopios reflectores; la Teoría de la Relatividad y la mecánica cuántica nos
dejan vislumbrar un Universo que se aparta de lo imaginado. En lo microscópico,
Einstein, con su mente, explica el efecto fotoeléctrico, y en lo macro, Hubble
con el telescopio reflector de 2.5 metros de diámetro de Monte Wilson descubre
la expansión del Universo, por mencionar solamente dos aspectos contrastantes
del quehacer humano. A
mediados del Siglo XX surgen dos nuevas disciplinas, la radioastronomía y la
astronáutica, disciplinas que revolucionan nuevamente el conocimiento y que
abren las puertas, la primera, al universo de las ondas de radio que emiten las
estrellas y las nubes de gases ionizados y que nos muestra la radiación de
fondo que fortalece la teoría de la Gran Explosión, la segunda, con apoyo de la
radiocomunicación y del cómputo electrónico, da inicio a la exploración
directa del Sistema Solar. El
ser humano llega físicamente a la Luna y envía astronaves automáticas a los
planetas, algunas de ellas, como las Voyager, han salido ya del Sistema Solar y
con casi 30 años de edad, siguen funcionando A
fines del siglo pasado, surgen los telescopios en órbita terrestre que observan
en luz visible, infrarroja, ultravioleta, en rayos X y la instrumentación
astronómica que sigue avanzando abandona la fotografía y la sustituye por la
captación electrónica basada en los Dispositivos electrónicos de Carga Acoplada
(los CCD); con ellos y con los grandes telescopios de ocho y 10 metros de
diámetro situados en las altas montañas de nuestro planeta comienza una nueva
etapa: el descubrimiento de cientos de planetas que giran en torno a lejanas
estrellas de nuestra Vía Láctea. Paralelamente,
se diseñan telescopios de más de treinta metros de diámetro, surgen nuevas
ciencias como la Astrobiología, cuyo interés no es solamente la posibilidad de
vida extraterrestre y su propio origen, sino también el estudio de cómo
sobrevivir en los futuros viajes interplanetarios con duración de meses dentro
de nuestro Sistema Solar y más tarde en misiones interestelares, con duración
tal vez de lustros y hasta de generaciones enteras. ¿Qué
cuánto nos falta por descubrir…? Estoy seguro, de que hasta ahora, apenas
hemos develado una mínima fracción de la inmensidad que nos envuelve, y pienso
que solamente en el futuro está la respuesta… consejo_consultivo_de_ciencias@xxxxxxxxxx |