DR.
WOLF LUIS MOCHAN BACKAL INSTITUTO
DE CIENCIAS FISICAS UNIVERSIDAD
NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO Presente Adjunto
al presente mensaje me permito hacerle llegar el artículo escrito por el
Consejero, Dr. Ricardo Tapia Ibargüengoytia, titulado, “La
religión y las leyes sobre salud”,
publicado el pasado miércoles 22 de junio en la sección Opinión del periódico
La Crónica de Hoy. Aprovecho
la ocasión para mandarle un cordial saludo. Atentamente, Dr.
Rigoberto Aranda Reyes Secretario
de Comunicación Consejo
Consultivo de Ciencias de la Presidencia
de la República (CCC) San
Francisco No. 1626-305 Col.
Del Valle Delegación
Benito Juárez 03100
México, D.F. Teléfonos (52
55) 5524-4558, 5524-9009 y 5534-2112 La religión y las leyes sobre salud En
los últimos años la iglesia católica en México ha dado muestras de una
intolerancia rabiosa y, en concordancia con esta intolerancia, ha participado,
conjuntamente con el PAN y algunos funcionarios gubernamentales del área
jurídica, especialmente de la Secretaría de Salud, en un activismo desbordado
para tratar de imponer a toda la sociedad sus creencias religiosas sobre la
sexualidad, la maternidad/paternidad, la reproducción humana asistida, el
aborto, la eutanasia, la clonación y las células troncales. La manera de
ejercer esta imposición es mediante la propuesta de leyes que incluyen
definiciones, declaraciones y prohibiciones que no solo carecen de toda base
científica, sino que en ocasiones son ilógicas. Los autores de estas propuestas
tratan de justificarlas, en la “Exposición de motivos”, con
información seudocientífica o claramente sesgada e incompleta, para prohibir
explícita o implícitamente actos y procedimientos biomédicos que permiten una
vida mejor y más sana respetando la autonomía personal y el derecho a decidir
de cada individuo sobre su propia vida. Una
prueba de lo anterior es esta declaración del Arzobispado mexicano el año
pasado, a propósito de las leyes sobre el matrimonio de homosexuales, publicada
en algunos periódicos: “Nosotros, pastores del pueblo de Dios, tampoco
podemos obedecer primero a los hombres y sus leyes antes que a Dios; toda ley
humana que se le contraponga será inmoral y perversa, pues al ir contra su
voluntad termina por llevar a la sociedad a la degradación moral y a su
ruina.” Yo pregunto, suponiendo que dios existe, ¿cómo saben lo que
piensa su dios sobre estos temas? ¿Qué justifica que los jerarcas religiosos se
autoerijan como sus voceros autorizados? ¿Por qué en un país laico la voluntad
divina expresada por esos jerarcas debe manifestarse en leyes civiles, que
rigen a toda la sociedad aunque no todos sean creyentes y ni siquiera crean en
la existencia de su dios? Me
parece válido pedir a estos “pastores del pueblo de Dios”, que le
prohíban a ese pueblo de creyentes lo que consideren que su dios quiere, y
probablemente ese pueblo de dios acatará las prohibiciones, pero es
absolutamente distorsionado, desproporcionado e injusto involucrar a toda la
sociedad decretando y profetizando la “degradación moral y la ruina de la
sociedad” porque legisla y se comporta de manera diferente a lo que ellos
dicen que a dios no le gusta. Otro
ejemplo es la oposición a la despenalización del aborto en el Distrito Federal.
Los pastores católicos se horrorizaron de tal manera cuando esta
despenalización se aprobó como constitucional por la Suprema Corte de Justicia
de la Nación, que el Arzobispado mexicano emitió esta brutal e intolerante
respuesta: “Contemplamos con pesar el egoísmo y mezquindad humana que
defiende la muerte antes de la vida y por ello elevamos nuestras súplicas a
través de la oración y del sonido de las campanas para que, en señal de duelo,
luto y penitencia por la matanza indiscriminada de infantes…” Y es
que esto es lo que ordena el Vaticano, como se puede comprobar en el documento,
ratificado por el propio Papa Benedicto XVI, en que establece este
“principio fundamental”: “El ser humano debe ser respetado y
tratado como persona desde el instante de su concepción y por eso se le debe
reconocer los derechos de la persona, el derecho inviolable de ser humano
inocente a la vida”. Estos
preceptos religiosos se muestran insidiosamente en las propuestas de ley sobre
la reproducción humana asistida que se han generado en la Cámara de Diputados,
como se observa en una reciente propuesta, titulada Proyecto de Dictamen de una
Ley Federal de Reproducción Humana Asistida. En las Consideraciones de este
proyecto se establece que “es preciso evitar la destrucción de embriones,
la generación de embriones sobrantes, y se insiste en “prohibir
expresamente en la Ley la criopreservación de embriones, la formación de
embriones sobrantes de técnicas de reproducción asistida, la investigación con
embriones y cualquier otra forma de cosificación o degradación de la vida
humana.” En
el marco de lo mencionado en los párrafos precedentes, estas consideraciones
parecen basadas en el precepto del Vaticano que se opone a la interrupción del
embarazo: el embrión desde la concepción ya es persona y tiene el derecho a la
vida. Por el contrario, como he expuesto en estas mismas páginas (1 de agosto
de 2007) y en otras publicaciones (El desafío de la bioética, Fondo de Cultura
Económica, 2009), múltiples datos científicos permiten concluir que no es
posible considerar que hay “vida humana”, que hay
“persona”, durante las primeras etapas del desarrollo del cigoto y
ni siquiera después de varias semanas del embarazo. Pero lo grave es que, como
conclusión de las Consideraciones, este proyecto de ley establece algunos
artículos inaceptables que comento a continuación: Artículo
14: “Se podrá utilizar un máximo de tres embriones los cuales deben ser
implantados evitando la generación de embriones supernumerarios, la gestación
múltiple, así como la práctica de la reducción embrionaria.” Este
artículo limita arbitrariamente el número de óvulos que pueden fertilizarse y
además obliga a implantar los tres en el útero de la mujer, lo cual es
científica y médicamente improcedente. Además, el artículo se contradice en sí
mismo al decir que los tres embriones deben ser implantados pero
“evitando la gestación múltiple”. Artículo
26. “La investigación básica o experimental podrá ser realizada a partir
de gametos individuales, pero nunca en el caso de aquellos que fueron
criopreservados para la reproducción asistida.” Este artículo es un
atentado contra la libertad y el progreso de la investigación biomédica en
México, ya que los cigotos congelados sobrantes, que finalmente serán
destruidos según se señala en el artículo 22 del mismo proyecto de ley, son la
mejor fuente para investigar sobre el desarrollo embrionario y la obtención de
células troncales embrionarias con fines de investigación. El
Artículo 39 especifica trece infracciones que, nuevamente, limitan
inaceptablemente la reproducción humana asistida y la investigación científica,
ya que prohíben algunas técnicas que las facilitan. Además, cito la infracción
número XI, porque ilustra la ignorancia y los prejuicios de los proponentes de
esta ley: es infracción “la utilización de la ingeniería genética en
casos en los cuales se ponga en riesgo la normal subsistencia de la especie
humana”. Esta infracción refleja claramente que quienes la redactaron
ignoran el significado de lo que escriben y solo copian consignas o
instrucciones. ¿En qué casos se podría poner en riesgo la “normal
subsistencia” de nada menos que la especie humana, por procedimientos de
reproducción asistida? Los
legisladores y los funcionarios de la Secretaría de Salud que están
involucrados en este y otros proyectos de ley similares tienen todo el derecho
de creer en la religión que les parezca, pero no lo tienen para imponer esas
creencias disfrazándolas de conceptos seudocientíficos que solo reflejan su
ignorancia y sus prejuicios en temas de biomedicina y salud en los que el
conocimiento científico actualizado debe predominar. De hecho, si no fuera por
el progreso científico no habría fertilización humana asistida, ni por
consiguiente la necesidad de legislar sobre ella, y los miles de personas
beneficiadas por estos procedimientos estarían todavía como hace decenios,
esperando un milagro o la voluntad divina que les hiciera el favor de poder
tener descendencia. No en balde el Vaticano criticó y mostró abiertamente su
enojo por el otorgamiento del premio Nobel en Fisiología y Medicina en 2010 a
Robert Edwards, por el desarrollo del procedimiento de fertilización in vitro,
debido a que “es inaceptable porque se están ignorando problemas de carácter
ético... Sin él no existirían en todo el mundo los congeladores llenos de
embriones” (por cierto, no son embriones, son cigotos). ¿Son necesarias
más pruebas de la influencia del Vaticano y las creencias religiosas en las
leyes que sobre la reproducción humana asistida se están discutiendo en México? *Investigador
Emérito Instituto
de Fisiología Celular, Universidad Nacional Autónoma de México Integrante
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