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CCC.Artículo del Dr. Ricardo Tapia Ibargüemgoytia



Title: Xxxxxx

DR. WOLF LUIS MOCHAN BACKAL

INSTITUTO DE CIENCIAS FISICAS

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

Presente

 

Adjunto al presente mensaje me permito hacerle llegar el artículo escrito por el Consejero, Dr. Ricardo Tapia Ibargüengoytia, titulado, “La religión y las leyes sobre salud”, publicado el pasado miércoles 22 de junio en la sección Opinión del periódico La Crónica de Hoy.

 

 

Aprovecho la ocasión para mandarle un cordial saludo.

 

 

Atentamente,

 

Dr. Rigoberto Aranda Reyes

Secretario de Comunicación

 

Consejo Consultivo de Ciencias de la

Presidencia de la República (CCC)

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La religión y las leyes sobre salud  

En los últimos años la iglesia católica en México ha dado muestras de una intolerancia rabiosa y, en concordancia con esta intolerancia, ha participado, conjuntamente con el PAN y algunos funcionarios gubernamentales del área jurídica, especialmente de la Secretaría de Salud, en un activismo desbordado para tratar de imponer a toda la sociedad sus creencias religiosas sobre la sexualidad, la maternidad/paternidad, la reproducción humana asistida, el aborto, la eutanasia, la clonación y las células troncales. La manera de ejercer esta imposición es mediante la propuesta de leyes que incluyen definiciones, declaraciones y prohibiciones que no solo carecen de toda base científica, sino que en ocasiones son ilógicas. Los autores de estas propuestas tratan de justificarlas, en la “Exposición de motivos”, con información seudocientífica o claramente sesgada e incompleta, para prohibir explícita o implícitamente actos y procedimientos biomédicos que permiten una vida mejor y más sana respetando la autonomía personal y el derecho a decidir de cada individuo sobre su propia vida.

Una prueba de lo anterior es esta declaración del Arzobispado mexicano el año pasado, a propósito de las leyes sobre el matrimonio de homosexuales, publicada en algunos periódicos: “Nosotros, pastores del pueblo de Dios, tampoco podemos obedecer primero a los hombres y sus leyes antes que a Dios; toda ley humana que se le contraponga será inmoral y perversa, pues al ir contra su voluntad termina por llevar a la sociedad a la degradación moral y a su ruina.” Yo pregunto, suponiendo que dios existe, ¿cómo saben lo que piensa su dios sobre estos temas? ¿Qué justifica que los jerarcas religiosos se autoerijan como sus voceros autorizados? ¿Por qué en un país laico la voluntad divina expresada por esos jerarcas debe manifestarse en leyes civiles, que rigen a toda la sociedad aunque no todos sean creyentes y ni siquiera crean en la existencia de su dios?

Me parece válido pedir a estos “pastores del pueblo de Dios”, que le prohíban a ese pueblo de creyentes lo que consideren que su dios quiere, y probablemente ese pueblo de dios acatará las prohibiciones, pero es absolutamente distorsionado, desproporcionado e injusto involucrar a toda la sociedad decretando y profetizando la “degradación moral y la ruina de la sociedad” porque legisla y se comporta de manera diferente a lo que ellos dicen que a dios no le gusta.

Otro ejemplo es la oposición a la despenalización del aborto en el Distrito Federal. Los pastores católicos se horrorizaron de tal manera cuando esta despenalización se aprobó como constitucional por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que el Arzobispado mexicano emitió esta brutal e intolerante respuesta: “Contemplamos con pesar el egoísmo y mezquindad humana que defiende la muerte antes de la vida y por ello elevamos nuestras súplicas a través de la oración y del sonido de las campanas para que, en señal de duelo, luto y penitencia por la matanza indiscriminada de infantes…” Y es que esto es lo que ordena el Vaticano, como se puede comprobar en el documento, ratificado por el propio Papa Benedicto XVI, en que establece este “principio fundamental”: “El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y por eso se le debe reconocer los derechos de la persona, el derecho inviolable de ser humano inocente a la vida”.

Estos preceptos religiosos se muestran insidiosamente en las propuestas de ley sobre la reproducción humana asistida que se han generado en la Cámara de Diputados, como se observa en una reciente propuesta, titulada Proyecto de Dictamen de una Ley Federal de Reproducción Humana Asistida. En las Consideraciones de este proyecto se establece que “es preciso evitar la destrucción de embriones, la generación de embriones sobrantes, y  se insiste en “prohibir expresamente en la Ley la criopreservación de embriones, la formación de embriones sobrantes de técnicas de reproducción asistida, la investigación con embriones y cualquier otra forma de cosificación o degradación de la vida humana.”

En el marco de lo mencionado en los párrafos precedentes, estas consideraciones parecen basadas en el precepto del Vaticano que se opone a la interrupción del embarazo: el embrión desde la concepción ya es persona y tiene el derecho a la vida. Por el contrario, como he expuesto en estas mismas páginas (1 de agosto de 2007) y en otras publicaciones (El desafío de la bioética, Fondo de Cultura Económica, 2009), múltiples datos científicos permiten concluir que no es posible considerar que hay “vida humana”, que hay “persona”, durante las primeras etapas del desarrollo del cigoto y ni siquiera después de varias semanas del embarazo. Pero lo grave es que, como conclusión de las Consideraciones, este proyecto de ley establece algunos artículos inaceptables que comento a continuación:

Artículo 14: “Se podrá utilizar un máximo de tres embriones los cuales deben ser implantados evitando la generación de embriones supernumerarios, la gestación múltiple, así como la práctica de la reducción embrionaria.” Este artículo limita arbitrariamente el número de óvulos que pueden fertilizarse y además obliga a implantar los tres en el útero de la mujer, lo cual es científica y médicamente improcedente. Además, el artículo se contradice en sí mismo al decir que los tres embriones deben ser implantados pero “evitando la gestación múltiple”.

Artículo 26. “La investigación básica o experimental podrá ser realizada a partir de gametos individuales, pero nunca en el caso de aquellos que fueron criopreservados para la reproducción asistida.” Este artículo es un atentado contra la libertad y el progreso de la investigación biomédica en México, ya que los cigotos congelados sobrantes, que finalmente serán destruidos según se señala en el artículo 22 del mismo proyecto de ley, son la mejor fuente para investigar sobre el desarrollo embrionario y la obtención de células troncales embrionarias con fines de investigación.

El Artículo 39 especifica trece infracciones que, nuevamente, limitan inaceptablemente la reproducción humana asistida y la investigación científica, ya que prohíben algunas técnicas que las facilitan. Además, cito la infracción número XI, porque ilustra la ignorancia y los prejuicios de los proponentes de esta ley: es infracción “la utilización de la ingeniería genética en casos en los cuales se ponga en riesgo la normal subsistencia de la especie humana”. Esta infracción refleja claramente que quienes la redactaron ignoran el significado de lo que escriben y solo copian consignas o instrucciones. ¿En qué casos se podría poner en riesgo la “normal subsistencia” de nada menos que la especie humana, por procedimientos de reproducción asistida?

Los legisladores y los funcionarios de la Secretaría de Salud que están involucrados en este y otros proyectos de ley similares tienen todo el derecho de creer en la religión que les parezca, pero no lo tienen para imponer esas creencias disfrazándolas de conceptos seudocientíficos que solo reflejan su ignorancia y sus prejuicios en temas de biomedicina y salud en los que el conocimiento científico actualizado debe predominar. De hecho, si no fuera por el progreso científico no habría fertilización humana asistida, ni por consiguiente la necesidad de legislar sobre ella, y los miles de personas beneficiadas por estos procedimientos estarían todavía como hace decenios, esperando un milagro o la voluntad divina que les hiciera el favor de poder tener descendencia. No en balde el Vaticano criticó y mostró abiertamente su enojo por el otorgamiento del premio Nobel en Fisiología y Medicina en 2010 a Robert Edwards, por el desarrollo del procedimiento de fertilización in vitro, debido a que “es inaceptable porque se están ignorando problemas de carácter ético... Sin él no existirían en todo el mundo los congeladores llenos de embriones” (por cierto, no son embriones, son cigotos). ¿Son necesarias más pruebas de la influencia del Vaticano y las creencias religiosas en las leyes que sobre la reproducción humana asistida se están discutiendo en México?

*Investigador Emérito

Instituto de Fisiología Celular, Universidad Nacional Autónoma de México

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