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CCC - Artículo del Dr. Adolfo Martínez Palomo



Title: Xxxxxx

DR. WOLF LUIS MOCHAN BACKAL

INSTITUTO DE CIENCIAS FISICAS

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

Presente

 

Adjunto al presente mensaje me permito hacerle llegar el artículo escrito por el Consejero, Dr. Adolfo Martínez Palomo, titulado, “Los primeros 50 años del Cinvestav”, publicado el día de hoy en la sección Opinión del periódico La Crónica de Hoy.

Aprovecho la ocasión para mandarle un cordial saludo.

 

Atentamente,

 

Dr. Rigoberto Aranda Reyes

Secretario de Comunicación

 

Consejo Consultivo de Ciencias de la

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Adolfo Martínez Palomo | Opinión 2011-07-13 |

 

 

Los primeros 50 años del Cinvestav

En la historia reciente de la educación superior en México, la concepción del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del IPN (Cinvestav) a inicios de los años sesenta del siglo pasado fue notable; primero, por su originalidad y, después, por sus excelentes resultados. Desde el principio, más que los planes de desarrollo, más que el proyecto arquitectónico o los presupuestos, un asunto central fue confiar la creación de la nueva institución a un científico activo del mayor prestigio. Por ello, sus gestores, los ingenieros Manuel Cerrillo, Eugenio Méndez Docurro y Víctor Bravo Ahuja, presentaron al presidente Adolfo López Mateos y al secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, junto con el proyecto del nuevo centro, el nombre de quien establecería el marco académico de la entidad y la dirigiría durante nueve años: el doctor Arturo Rosenblueth Stearns.

Hijo de padre húngaro, don Arturo nació con el siglo XX en Ciudad Guerrero, Chihuahua. Obligado por limitaciones económicas a trabajar como pianista en un restaurante y luego como empleado de una librería, tuvo que interrumpir sus estudios médicos en la Universidad Nacional Autónoma de México. A pesar de ello, su primer anhelo profesional: completar la carrera de medicina, se cumplió en 1927: un hermano pudo ayudarle a costear su formación como doctor en medicina de la Universidad de París. Después de una corta estancia en México viajó a Boston en 1930, con la ayuda de una beca Guggenheim, e ingresó a la Universidad Harvard.

Al cabo de diez intensos años como profesor de fisiología en la Universidad Harvard logró una segunda ambición: su reconocimiento como maestro eminente e investigador de alcances internacionales. Así lo afirman los testimonios de sus alumnos, las excelentes publicaciones científicas y las invitaciones para continuar su carrera en otras universidades distinguidas. Recibió también la oferta del doctor Ignacio Chávez de regresar a México para dirigir el Departamento de Fisiología del nuevo Instituto Nacional de Cardiología, fundado en 1944. Rosenblueth aceptó el ofrecimiento del doctor Chávez.

A poco tiempo de regresar a su país escribió en una de sus cartas: “He tenido la suerte de encontrar algunos investigadores que parecen ser de primera clase”. No se equivocó; en pocos años se realiza un tercer deseo al crear una prominente escuela de fisiólogos: Jesús Alanís, Juan José Mandoki, Ramón Álvarez-Buylla, Ricardo Miledi, Rafael Rubio, Guillermo Pilar, Juan García Ramos, Jorge Aceves, Pablo Rudomín y David Erlij, entre otros. Continuó Rosenblueth la prolífica labor de investigador de la fisiología del corazón y de la circulación, y creó, junto con Norbert Wiener, una nueva ciencia: la cibernética.

Un reto de grandes alcances aguardaba a Rosenblueth: la creación de un centro de investigación. En sus palabras: “Un profesorado constituido por expositores de ideas ajenas conduce fatalmente a una decadencia de los niveles educativos. Los investigadores científicos no son solamente indispensables para contribuir al acervo científico universal y para preparar otros investigadores, sino también son imprescindibles para establecer un ambiente educativo que progrese en vez de decaer. Carecemos en muchos campos científicos y tecnológicos de personal preparado para realizar investigaciones originales y para poder impartir docencia adecuada para el adiestramiento de los investigadores y profesores del futuro. Estas deficiencias repercuten no sólo sobre nuestro desarrollo científico, sino también sobre nuestra industrialización y dificultan la solución de numerosos problemas técnicos de trascendencia nacional”.

Al seleccionar a don Arturo como fundador del Cinvestav, se estableció un marco de referencia de la más alta categoría dentro de la comunidad científica nacional e internacional. Se aceptó la creación de una institución que necesariamente tendría el sello de la recia personalidad de su creador y en la que prevalecerían sus ideales de científico: la libertad y la creatividad al servicio de la búsqueda del conocimiento; ideales reforzados por la disciplina de la dedicación y del esfuerzo.

Su cuarto anhelo, pronto satisfecho, fue lograr que el Centro se situara en la avanzada de la ciencia en América Latina.

Los objetivos que determinó Rosenblueth para el Cinvestav han permanecido inalterados desde su creación el 17 de abril de 1961: Promover y dar facilidades para la realización de investigación científica y tecnológicas originales; preparar investigadores y profesores que, diseminados en todo el país, eleven la calidad de la enseñanza superior y encauzar estudios de ciencia aplicada que permitan mejorar las condiciones de vida y el desarrollo técnico del país.

Entre las condiciones innovadoras establecidas por Rosenblueth para el Cinvestav transcribo libremente las siguientes:

“Los profesores deberán trabajar a tiempo completo y exclusivo y deberán contar con el grado de doctor. Ningún nombramiento será vitalicio; los contratos serían de uno a cuatro años “para evitar la ocupación estéril de un puesto por pasividad o pereza”. Además, se promoverá activamente la participación de profesores extranjeros. Obtendrán el grado de maestro los candidatos cuando su preparación sea suficientemente amplia para que puedan impartir un curso de alta calidad en su campo en una escuela profesional de primera categoría. Recibirán el grado de doctor los candidatos que muestren dominio general y profundo de la disciplina y capacidad para analizar problemas y coordinar ideas científicas. Se juzgarán primordialmente la calidad de la tesis que hayan realizado, que debe constituir una contribución significativa a los conocimientos científicos de la especialidad”.

Rosenblueth logró además, mediante decreto presidencial, que el Centro de Documentación Científica y Técnica de México instituido por la UNESCO pasara al Cinvestav “con todo su personal y todo lo que de hecho y por derecho le corresponde”. Gracias a ello, el Centro contó desde su inició con una espléndida hemeroteca científica que a lo largo de varias décadas ha llegado a ser una de las mejores de América Latina.

El día de la inauguración del Cinvestav, Rosenblueth dijo: “Creemos que el organismo es sano y está exento de vicios congénitos. Esperamos por lo tanto que su crecimiento y desarrollo sean exuberantes”. Tampoco se equivocó entonces: los sólidos cimientos originales han mantenido inalterados los principios académicos establecidos por su fundador.

Un quinto anhelo de don Arturo fue el ser recordado por sus amigos, colegas y por los jóvenes: que se conservara la memoria de su ejemplo, de su obra, de su personalidad y de sus realizaciones. Hoy, a los cincuenta años de la fundación del Cinvestav, podemos constatar que este último deseo de Arturo Rosenblueth se cumple día a día en la institución, creada por él con tanto esmero, y en donde es recordado cotidianamente con respeto y agradecimiento.

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