DR.
WOLF LUIS MOCHAN BACKAL INSTITUTO
DE CIENCIAS FISICAS UNIVERSIDAD
NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO Presente Adjunto
al presente mensaje me permito hacerle llegar el artículo escrito por el
Consejero, Dr. Adolfo Martínez Palomo, titulado, “Los primeros
50 años del Cinvestav”, publicado el día de hoy en la sección
Opinión del periódico La Crónica de Hoy. Aprovecho
la ocasión para mandarle un cordial saludo. Atentamente, Dr.
Rigoberto Aranda Reyes Secretario
de Comunicación Consejo
Consultivo de Ciencias de la Presidencia
de la República San
Francisco No. 1626-305 Col.
Del Valle Delegación
Benito Juárez 03100
México, D.F. Teléfonos (52
55) 5524-4558, 5524-9009 y 5534-2112 Adolfo Martínez Palomo | Opinión 2011-07-13 | Los primeros 50 años del Cinvestav En la historia reciente de la educación superior en México, la
concepción del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del IPN
(Cinvestav) a inicios de los años sesenta del siglo pasado fue notable;
primero, por su originalidad y, después, por sus excelentes resultados. Desde
el principio, más que los planes de desarrollo, más que el proyecto arquitectónico
o los presupuestos, un asunto central fue confiar la creación de la nueva
institución a un científico activo del mayor prestigio. Por ello, sus gestores,
los ingenieros Manuel Cerrillo, Eugenio Méndez Docurro y Víctor Bravo Ahuja,
presentaron al presidente Adolfo López Mateos y al secretario de Educación
Pública, Jaime Torres Bodet, junto con el proyecto del nuevo centro, el nombre
de quien establecería el marco académico de la entidad y la dirigiría durante
nueve años: el doctor Arturo Rosenblueth Stearns. Hijo de padre húngaro, don Arturo nació con el siglo XX en
Ciudad Guerrero, Chihuahua. Obligado por limitaciones económicas a trabajar
como pianista en un restaurante y luego como empleado de una librería, tuvo que
interrumpir sus estudios médicos en la Universidad Nacional Autónoma de México.
A pesar de ello, su primer anhelo profesional: completar la carrera de
medicina, se cumplió en 1927: un hermano pudo ayudarle a costear su formación
como doctor en medicina de la Universidad de París. Después de una corta
estancia en México viajó a Boston en 1930, con la ayuda de una beca Guggenheim,
e ingresó a la Universidad Harvard. Al cabo de diez intensos años como profesor de fisiología en la
Universidad Harvard logró una segunda ambición: su reconocimiento como maestro
eminente e investigador de alcances internacionales. Así lo afirman los
testimonios de sus alumnos, las excelentes publicaciones científicas y las
invitaciones para continuar su carrera en otras universidades distinguidas.
Recibió también la oferta del doctor Ignacio Chávez de regresar a México para
dirigir el Departamento de Fisiología del nuevo Instituto Nacional de
Cardiología, fundado en 1944. Rosenblueth aceptó el ofrecimiento del doctor
Chávez. A poco tiempo de regresar a su país escribió en una de sus
cartas: “He tenido la suerte de encontrar algunos investigadores que
parecen ser de primera clase”. No se equivocó; en pocos años se realiza
un tercer deseo al crear una prominente escuela de fisiólogos: Jesús Alanís,
Juan José Mandoki, Ramón Álvarez-Buylla, Ricardo Miledi, Rafael Rubio,
Guillermo Pilar, Juan García Ramos, Jorge Aceves, Pablo Rudomín y David Erlij,
entre otros. Continuó Rosenblueth la prolífica labor de investigador de la
fisiología del corazón y de la circulación, y creó, junto con Norbert Wiener,
una nueva ciencia: la cibernética. Un reto de grandes alcances aguardaba a Rosenblueth: la creación
de un centro de investigación. En sus palabras: “Un profesorado
constituido por expositores de ideas ajenas conduce fatalmente a una decadencia
de los niveles educativos. Los investigadores científicos no son solamente
indispensables para contribuir al acervo científico universal y para preparar
otros investigadores, sino también son imprescindibles para establecer un
ambiente educativo que progrese en vez de decaer. Carecemos en muchos campos
científicos y tecnológicos de personal preparado para realizar investigaciones
originales y para poder impartir docencia adecuada para el adiestramiento de
los investigadores y profesores del futuro. Estas deficiencias repercuten no
sólo sobre nuestro desarrollo científico, sino también sobre nuestra
industrialización y dificultan la solución de numerosos problemas técnicos de
trascendencia nacional”. Al seleccionar a don Arturo como fundador del Cinvestav, se
estableció un marco de referencia de la más alta categoría dentro de la
comunidad científica nacional e internacional. Se aceptó la creación de una
institución que necesariamente tendría el sello de la recia personalidad de su
creador y en la que prevalecerían sus ideales de científico: la libertad y la
creatividad al servicio de la búsqueda del conocimiento; ideales reforzados por
la disciplina de la dedicación y del esfuerzo. Su cuarto anhelo, pronto satisfecho, fue lograr que el Centro se
situara en la avanzada de la ciencia en América Latina. Los objetivos que determinó Rosenblueth para el Cinvestav han
permanecido inalterados desde su creación el 17 de abril de 1961: Promover y
dar facilidades para la realización de investigación científica y tecnológicas
originales; preparar investigadores y profesores que, diseminados en todo el
país, eleven la calidad de la enseñanza superior y encauzar estudios de ciencia
aplicada que permitan mejorar las condiciones de vida y el desarrollo técnico del
país. Entre las condiciones innovadoras establecidas por Rosenblueth
para el Cinvestav transcribo libremente las siguientes: “Los profesores deberán trabajar a tiempo completo y
exclusivo y deberán contar con el grado de doctor. Ningún nombramiento será vitalicio;
los contratos serían de uno a cuatro años “para evitar la ocupación
estéril de un puesto por pasividad o pereza”. Además, se promoverá
activamente la participación de profesores extranjeros. Obtendrán el grado de
maestro los candidatos cuando su preparación sea suficientemente amplia para
que puedan impartir un curso de alta calidad en su campo en una escuela
profesional de primera categoría. Recibirán el grado de doctor los candidatos
que muestren dominio general y profundo de la disciplina y capacidad para
analizar problemas y coordinar ideas científicas. Se juzgarán primordialmente
la calidad de la tesis que hayan realizado, que debe constituir una
contribución significativa a los conocimientos científicos de la
especialidad”. Rosenblueth logró además, mediante decreto presidencial, que el
Centro de Documentación Científica y Técnica de México instituido por la UNESCO
pasara al Cinvestav “con todo su personal y todo lo que de hecho y por
derecho le corresponde”. Gracias a ello, el Centro contó desde su inició
con una espléndida hemeroteca científica que a lo largo de varias décadas ha
llegado a ser una de las mejores de América Latina. El día de la inauguración del Cinvestav, Rosenblueth dijo:
“Creemos que el organismo es sano y está exento de vicios congénitos.
Esperamos por lo tanto que su crecimiento y desarrollo sean exuberantes”.
Tampoco se equivocó entonces: los sólidos cimientos originales han mantenido
inalterados los principios académicos establecidos por su fundador. Un quinto anhelo de don Arturo fue el ser recordado por sus
amigos, colegas y por los jóvenes: que se conservara la memoria de su ejemplo,
de su obra, de su personalidad y de sus realizaciones. Hoy, a los cincuenta
años de la fundación del Cinvestav, podemos constatar que este último deseo de
Arturo Rosenblueth se cumple día a día en la institución, creada por él con
tanto esmero, y en donde es recordado cotidianamente con respeto y
agradecimiento. consejo_consultivo_de_ciencias@xxxxxxxxxx |