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CCC- Articulo del Dr. Alfonso Larqué Saavedra



Title: Xxxxxx

DR. WOLF LUIS MOCHAN BACKAL

INSTITUTO DE CIENCIAS FISICAS

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

Presente

 

Adjunto al presente mensaje me permito hacerle llegar el artículo escrito por el consejero, el Dr. Alfonso Larqué Saavedra, titulado, Todos contra el hambre II, publicado el día de hoy en la sección Opinión del periódico La Crónica de Hoy.

 

 

 

 

 

Aprovecho la ocasión para mandarle un cordial saludo.

 

Atentamente,

 

Dr. Rigoberto Aranda Reyes

Secretario Ejecutivo Adjunto

 

Consejo Consultivo de Ciencias de la

Presidencia de la República

 

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            Alfonso Larqué Saavedra* |  2012-07-25

 

 

Todos contra el hambre II

Como lo comenté en un artículo publicado en estas páginas el 6 de junio pasado, es urgente concretar una política de seguridad alimentaria, para lograr autosuficiencia en por lo menos maíz y frijol. En la prensa nacional se ha señalado que en octubre del 2010 se inició la sequía más grave registrada en 70 años y que para finales del 2011 se anotaba un grave daño en más de 1,200 municipios de diecinueve estados del país. En los estados en donde se presentó la sequía, los productores que tienen experiencia en la producción primaria de alimentos saben de sobra que la agricultura en condiciones de temporal es, sin lugar a dudas, una actividad con alto riesgo.

El campesino productor es el que sortea el temporal para producir su alimento. Él ha aprendido, por la enseñanza oral de sus ancestros, que debe tener su banco de semillas con la suficiente variabilidad para que en casos extremos -como sequías, heladas, vientos, etcétera- de algunas pueda obtener algún producto para su alimentación. La sequía del 2010-2011 fue demasiado larga como para esperar que la plasticidad de las semillas de los bancos pudieran responder a la falta de agua. Seguramente no sólo produjo el mínimo para su subsistencia, sino que también el campesino, por hambre, se comió su “banco de semillas”. Esta pérdida es el corazón del problema y sobre el cual se deberían centrar los análisis, además de hacer públicas las consecuencias de tales pérdidas. Esa es la real catástrofe que tiene el campo mexicano, a la que hay que referirse y señalar claramente que por falta de visión, conocimiento y apoyo no pudieron evitar que ocurriera.

Seguramente no se podrá reponer el germoplasma de papita güera, de frijoles, de maíz, etcétera, en esas regiones y que eran los bancos personales, familiares, o comunales. Este proceso erosivo se presenta a lo largo del país, en donde también ha sido responsabilidad del productor mantener el valioso germoplasma. Muchos de estos productores, que aún practican la riesgosa agricultura de temporal -porque no tienen alternativa- siguen perdiendo este germoplasma. Aunque se reportan las pérdidas de hectáreas de bosques o selvas por año y hasta se señala el impacto en la biodiversidad, no se escucha mucho sobre de la pérdida de los bancos de semillas. Los bancos de semillas de razas mexicanas de recursos filogenéticos también desaparecen por la presión de las llamadas variedades mejoradas o híbridos; esas sí están en buen resguardo por las empresas que siempre tienen sus bancos de respaldo bien consolidados.

Los recolectores de semillas de interés agrícola consideraron a los estados del país que hoy son afectados por la sequía, como sitios privilegiados por la rica biodiversidad del germoplasma de plantas cultivadas. Un ejemplo exitoso fue el del reconocido botánico mexicano Efraín Hernández X, quien como él anotara en 1972 en su primera clase de etnobotánica en el Colegio de Postgraduados: “Fui contratado específicamente por la entonces Oficina de Estudios Especiales para esa tarea y con ese puesto”.

En la actualidad esos nombramientos no existen. Son tareas que se asignan a los nuevos modelos de profesionistas. Imaginemos que nuevamente se contrataran a “recolectores” de germoplasma valioso de pastos, maíces, frijoles, papas, plantas medicinales, aromáticas, etcétera, que recorrieran las zonas agrícolas y naturales de México, para concentrar en bancos, no en graneros, esta riqueza. En 1970 se presentó la tesis de “cinco nuevas razas de maíz….” y se anotaba por el sínodo la necesidad de conservar a dichas razas in situ y seguir con la tarea de describir en todo el país la diversidad de razas de maíz que inicialmente fueran descritas por Wellhausen y colaboradores desde 1951. Sesenta años después de su publicación, la pregunta es: ¿Cuántas razas de maíz realmente siguen vivas en las tierras de cultivo de México?

Hay que continuar otorgando apoyo a la innovación para el campo mexicano y, si hay el recurso y apoyo oficial, por qué no invitar al comisariado ejidal para que sea responsable del mantenimiento del banco de germoplasma de la comunidad. Tenemos que voltear de una vez por todas y “tomar al toro por los cuernos”, proponiendo que se establezca un apoyo gubernamental etiquetado para la preservación de “bancos de germoplasma de las comunidades” productoras de granos, de plantas medicinales, de aromáticas, etcétera, antes de que terminemos por arruinar -con la urbanización, la pauperización de la agricultura y la ayuda de las sequías, heladas, inundaciones- nuestra gran riqueza cultural en el campo agrícola.

Esa es una tarea que hay que realizar de inmediato, con la idea de fomentar en los agrónomos la búsqueda de alternativas para enfrentar, adaptar y mitigar el efecto del ahora llamado cambio climático en los sistemas agrícolas.

En nuestro país, desde hace muchos años se ha realizado investigación agrícola para seleccionar material genético tolerante o resistente a las sequías. Menciono a dos investigadores pioneros que atendieron la producción agrícola en condiciones de temporal. Uno de ellos fue el ingeniero Gilberto Palacios de la Rosa, quien detectó en la década de los 50, la línea de maíz que llamó “Latente” que toleró -en experimentos de campo- una sequía severa no prevista. Desde entonces, ese material ha sido fuente de innumerables trabajos con el objeto de aislar los genes del carácter “Latente” que confieren dicha tolerancia para introducirlos a nuevas variedades.  El otro investigador fue Jorge Galindo, quien propuso que la mejor opción para el altiplano potosino-zacatecano para enfrentar lo errático del temporal era el cultivo de la llamada “papita güera”. Esta papa silvestre, que nace entre los surcos de maíz y frijol, produce tubérculos aún en condiciones de mal temporal y que son muy apreciados por su sabor. En años recientes Héctor Villaseñor ha reportado buenos avances para cebada y Jorge Acosta  para el frijol, que producen grano con bajos niveles  de agua disponible.

Pero hagamos la pregunta central en referencia a la gran sequia ¿qué pueden hacer la ciencia y la tecnología para producir alimentos en estos sitios con grave falta de agua? La respuesta es simple, nada. Hay que innovar. No se debe insistir en prácticas de agricultura convencional como hasta ahora. Lo que es claro para los que desarrollan ciencia y tecnología es, 1. Que no será posible generar plantas cultivadas que crezcan y produzcan alimentos si no tienen agua disponible; 2. Que es la ingeniería la que puede proponer la forma de almacenar agua en esas localidades y abastecer a las siembras que ahí se establezcan; 3. Que sea el ingeniero agrícola el que proponga cuáles tecnologías como la agricultura protegida, trasplante u otras, deberán implementarse en cada microrregión o cuenca para hacer uso eficiente del agua; 4. Que se desarrollen cultivares precoces que en el menor tiempo posible produzcan fruto con el agua que se disponga; 5. Que la eficiencia de uso del agua por los diferentes cultivares (razas, híbridos, variedades, etc.) en cada región se cuantifique, para sembrar el material más adecuado; 6. Producir, seleccionar y validar por cualquier método (biotecnología, fitomejoramiento convencional, colectas dirigidas, etc.) el material más eficiente para cada región y ponerlo a disposición de sector productivo; y 7. Propiciar no sólo el conocimiento de la biodiversidad agrícola, sino también el conservar el material en bancos de germoplasma in situ y ex situ.

La innovación en el sector agrícola basada en ciencia y tecnología es urgente en estas regiones del país. Por enésima vez, se ha recorrido el camino de declarar “zonas de desastre” y el rescate es, por cierto, más costoso que el tan discutido subsidio agrícola.

* Profesor investigador Centro de Investigación Científica de Yucatán.
Coordinador de Agrociencias, Academia Mexicana de Ciencias.
Integrante del Consejo Consultivo de Ciencias.
Presidencia de la República.

consejo_consultivo_de_ciencias@xxxxxxxxxx